Capítulo 20 - Ser digno de Andraste

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"La mirada del Hacedor ha caído sobre el lugar de reposo de Andraste." Ferdinand Genitivi, Erudito de la Capilla.


Con Bodahn y Sandal a salvo, en un campamento a las afueras de Refugio, nos dispusimos a encaminarnos al templo. Si me hubieran jurado que en medio de aquellas escarpadas montañas iba a alzarse tal belleza, no lo hubiera creído. Oculto a los ojos inexpertos, enclavado entre las entrañas de la montaña, se erguía ante nosotros un poderoso y bello templo, presidido por una efigie de Andraste. El tiempo había hecho mella en él, pero su magnificencia no se había desvanecido y pervivía entre las ruinas. El rostro de Leliana resplandecía casi tanto como aquel lugar. Antes de partir, me dijo que no habría honor más grande que presentarse ante Andraste con todo el respeto y la humildad que nos permitiera el corazón. El suyo seguro que estaba latiendo muy fuerte.

- Lo que habría dado por verlo en todo su esplendor, tal como fue concebido. ¿Veis aquellos grabados? Muestran historias sobre la vida de Andraste, son tan antiguos que serán difíciles de descifrar sin las herramientas adecuadas. Hermana Leliana, somos muy afortunados.

- Lo somos, Ferdinand. Trataremos las cenizas con todo el respeto que merecen, pero las necesitamos para sanar al arl.

Genitivi parecía no escuchar ni una palabra de lo que decíamos, nada más lejos, se limitaba a contemplar el templo, analizando con la mirada cada pequeño rincón.

- Si queréis conseguirlas tendréis que hacer frente a las trampas que guardan el templo. Tenéis que tener mucho cuidado, se diseñaron para mantener la Urna a salvo de todo aquel que quisiera destruirlas o mancillarlas.

- Tevinter... - dijo Alistair.

- Entre otros. "Solo los fieles pondrán la vista sobre las Cenizas Sagradas, a los impíos solo les espera la muerte y la desgracia. Allí llora el Hacedor por su amada y desatará su cólera hacia quienes la traicionaron." Bueno, siempre queda mejor que decir que costó mucho perfeccionar los mecanismos para meterle un palo afilado por el culo a los que se atrevan a entrar. Ignoro cuáles son esas trampas, pero está claro que son peligrosas. Aunque, a decir verdad, no sé siquiera si existen...

- Deberías quedarte aquí. Aún estás débil. Raziel...- le toqué suavemente el lomo.- Cuida del hermano Genitivi, ¿quieres?

Movió el rabo y dio algunos saltitos alrededor del hombre, el cual no pudo reprimir una sonrisa. Estando él custodiado por mi fiel mabari, me quedaba tranquila. Nos adentramos un poco en el templo, el cual era aun más majestuoso si cabía. Unas amplias escaleras se abrían ante nosotros al frente, a la derecha y a la izquierda. El las de los lados, dos puertas cerradas nos bloqueaban el paso y en la ancha escalera central, un gran brasero apagado y un portón sin ninguna cerradura nos esperaban.

- Aquel gran pebetero simboliza las llamas que quemaron de Andraste. En todas las Capillas arde un brasero similar y no debe apagarse nunca. Este templo es muy antiguo, seguro que éste lleva mucho tiempo así.

- No. – dijo Sten.- Hay hollín y olor de combustible en el ambiente. ¿No lo notáis?

Alistair empezó a olisquear como un cachorro de mabari. Me resultó adorable.

- No noto nada.

- Yo tampoco.

- A ver, Leliana dice que esto debería estar encendido, pues a eso vamos, no hemos venido aquí solo para mirar y oler. – intervino Morrigan con su habitual sentido de lo práctico.

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