Capítulo IX: No importa el camino sino la compañía

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Capítulo IX: No importa el camino sino la compañía.

Pasó un buen rato para que apenas pudiera moverme en el limitado espacio en el que era retenido, no quería salir por miedo a las enormes presiones, pero no soportaba estar encerrado en una cápsula tan pequeña. Como pude accioné el mecanismo para abrir mi pequeña prisión, me tambaleé un poco y caí al suelo, allí pasé un tiempo tratando de acostumbrarme a la vertiginosa velocidad de la nave, que desde hace mucho había roto la barrera el sonido y ahora intentaba destrozarla. Un desplazamiento como este era algo que nuca había experimentado, sentía mareos ganas de vomitar, por lo que permanecer sentado en el suelo me parecía una opción muy sensata. Pasé mis ratos balanceando mi cráneo por los movimientos de la aeronave, intentaba matar el tiempo analizando minuciosamente la habitación donde se encontraban las cápsulas donde nos habían metido, pero no tenía más que un pasillo principal que terminaba en una puerta de acero cerrada y de éste se desprendía algunos pasillitos que llevaban a las ventanas laterales de la nave.

Con todo mi esfuerzo me coloqué cerca una pared que me servía de apoyo, allí pude observar a mis compañeros intentando salir de sus cápsulas aunque el único que pudo lograrlo fue Morozov. Como pudo mantuvo el equilibrio y soportó la enorme presión hasta llegar a una pared, allí casi se desploma, pero se apoyó del muro para continuar su camino hacia la ventana lateral más cercana. Después de un pequeño período de adaptación logré gatear en esa situación tan complicada hasta el lugar donde mi amigo Stanislav se encontraba, apenas me concentraba por saber donde iba, sólo seguía a la pared y eso me hizo tropezar con él. Levanté mi mirada y pude apreciar que bajo su mascarilla de oxígeno había una sonrisa me tendió la mano y con un esfuerzo loable logró levantarme hasta que pude sostenerme del marco de la ventana.

Durante un rato intenté admirar el océano por el que pasábamos con sin igual velocidad, pero era inútil, a tanta velocidad apenas podía ver más que sus aguas que se asemejaban a la cinta de una caminadora. Me dirigí a mi compañero para expresarle:

-Apenas puedo ver algo, no es la mejor experiencia de viaje que he tenido.

-Agradezca eso amigo mío.

-¿Por qué? ¿acaso no le gusta el paisaje que pudiéramos distinguir a una velocidad menor?

-Llevamos cuarenta minutos de vuelo que se han hecho eternos, una calamidad para ser honestos, ¿sabe usted que veríamos ahora?

-Pues posiblemente la superficie oceánica y siendo optimistas un clima despejado que permita apreciar la belleza de nuestro planeta azul.

-Dudo mucho que el triángulo de las Bermudas sea famoso por ofrecer tan lindo paisaje.

Al decir esto entendí con rapidez que mi amigo prefería no ver por dónde iba pues este era un paraje que, por mucho tiempo había sido sinónimo de desgracia, una superstición desde mi punto de vista, pero quizá para él sería algo real. Intenté tranquilizarlo diciendo:

-Vamos amigo mío, este lugar tiene un índice de tragedias igual a cualquier otro, hay algunos hasta más peligrosos. Se lo digo yo, que durante mucho tiempo tuve que mitificar y exaltar sucesos inventados sobre este lugar para asegurar lectores. Un hombre sabio y experimentado como usted no tiene nada que temer.

-Mi sabiduría y experiencia me aconsejan estar prevenido, cuando el río suena es porque piedras trae.

-De igual manera, ojos que no ven corazón que no siente, si no le dijeran que pasamos por aquí usted no tendría esa preocupación.

-De cualquier modo, debido a nuestra trayectoria y velocidad ya debemos estar a punto de cruzar este infernal lugar, fruto de todo tipo de relatos complicados de explicar.

Al decir esto, sacó de su bolsillo una serie de papeles de apariencia muy viejos por lo desgastados que estaban, se puso a leerlos y luego miraba hacia otro lado, como perdido en sus pensamientos o recuerdos. Me intrigaba el contenido del escrito y además no quería sentirme ignorado luego de haber realizado tanto esfuerzo para llegar a ese lugar, por lo que me tomé la libertad de decir:

-¿Una carta?

Morozov pareció incorporarse de golpe en la realidad y titubeante me respondió:

-Sí sí, se puede decir que sí.

-Un lindo detalle no es algo que se suela dar en estos tiempos.

-Claro que no, agregó con una sonrisa, es una carta escrita por mi bisabuelo Anatoli Morozov.

-Asombroso, entonces usted tuvo la fortuna de conocer a su bisabuelo.

Morozov carraspeó un poco las cejas, para luego decir:

-En realidad no, mi abuelo Alexey apenas lo conoció. Esta carta no va dirigida a mí, es para todo el linaje Morozov, un relato de sus sacrificios por la patria y las consecuencias que ello acarrea.

-¿Su bisabuelo participó en la segunda guerra mundial? todo un honor y una muestra inequívoca de valentía.  Debe sentirse orgulloso de que su bisnieto haya proseguido el linaje del guerrero.

Morozov echó unas carcajadas suaves y mirando la infinidad del cielo por la ventana me dijo:

-Yo estoy completamente seguro de que no es así.

-Vamos señor Morozov, usted sabe perfectamente que no hay combatiente que se le iguale.

-Es justamente eso lo que asegura la decepción del autor de esta carta, pues en ella estableció que su deseo era alejar a su familia de la horrible guerra. Hay frases que nunca olvidaré, como esta: "Creo que estoy defendiendo mi patria a costa de perder mi humanidad, no estoy orgulloso de lo que he hecho en esta guerra, pero con ello alguien más lo estará" o las últimas palabras escritas por él "debemos hacer lo posible por evitar esta y cualquier guerra, pues los únicos que se benefician con ellas son las alimañas que se alimentan de los cadáveres".

Con eso pude entender lo compleja que era su situación, Stanislav con su trabajo de espionaje hubiera podido provocar conflictos y guerras, algo completamente opuesto a lo que su bisabuelo hubiera querido, pero quizá el no lo sabía. Era obvio que la guerra vivida en 1945 era muy distinta a un conflicto modernos, aunque... los objetivos no había cambiado, conseguir la victoria usando cualquier medio y muchas veces... a cualquier precio. Esta se había vuelto una situación muy incómoda en la que cualquier cosa que dijera podía comprometerme, no sabía que agregar, no se podía ocultar el hecho de que mi amigo había destinado gran parte de su vida a los enfrentamientos bélicos, pero tampoco podía premiarlo por su desempeño. Suspiré para pensar muy bien cada una de mis palabras y le dije:

-Cada vida es un mundo y cada hombre paga sus propias deudas, el pasado nos sirve para no volver a cometer errores y en su futuro seguro usted ayudará tanto o más que su ancestro, con lo que ganará su orgullo y respeto.

Morozov se echó a reír y me dio las gracias, aunque advirtió que sería mejor que volviéramos a las cápsulas, habíamos estado expuestos por mucho tiempo a la presión y eso podía afectarnos. Cada se dirigió lentamente a su respectivas cápsulas y entramos a ellas no sin antes saludarnos con la mano, allí permanecimos un rato hasta que la tranquilidad de esa caja de cristal me impulsó a dormirme.

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