Capítulo XIV: Ya no hay rosas en nuestro camino.

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Salimos de la ZUC en un avión que nos llevaría directo a México, donde comenzaríamos de nueva nuestra labor de investigación, según Pablo López, investigar las ruinas Mayas y Aztecas, permitiría enlazar los últimos detalles de su teoría. Una vez concluida la investigación sobre el desarrollo e influencia exógena, representada aparentemente por los atlantes, iríamos al medio oriente donde empezaría el trabajo pesado. López estaba totalmente convencido de que su trabajo en su país natal arrojaría los resultados positivos que él esperaba, no en vano había dedicado su vida al estudio de esas civilizaciones americanas precolombinas, estaba muy contento porque por fin demostraría al mundo que no era un tonto sino uno de los científicos más importantes de la historia reciente, aunque eso no quitaba lo impertinente que era.

En el momento de nuestra salida y durante todo el viaje, tuve muchos sentimientos encontrados, en realidad estaba confundido que no sabía cómo sentirme, sólo estaba seguro de que no estaba bien. Mi vida no tenía mucho sentido y mientras yo me hundía en un abismo interior de tristeza y un vacío existencial, el señor Pablo, ese ser tan odioso y engreído, se dirigía a la cúspide del éxito sin que yo pudiera hacer algo más que aplaudirlo con una sonrisa sarcástica, pues en el fondo no creía que el mereciera tanto siendo una persona tan déspota. Era una de las muchas injusticias de la vida, no es como si yo me considerara digno de tales honores, sólo era que no consideraba correcto alimentar las ínfulas de ese científico que ya en condiciones normales se consideraba todo un erudito.

Llegamos a nuestro destino, y para mi sorpresa, nuestras investigaciones se volvieron de campo, ya no pasábamos tiempo encerrados en lujosos hoteles mientras se nos facilitaba toda la información, teníamos que buscarla allí donde estuviera. Fue fabuloso conocer las edificaciones de piedras construidas por los antiguos pobladores de esos parajes, y pensar que esas enormes estructuras con todo su esplendor y titánico tamaño fueron elaboradas sólo con sudor y lágrimas humanas. Visitar los centros urbanos y religiosos de los Mayas y los Aztecas fue algo inolvidable, las edificaciones colosales rodeadas de una exuberante vegetación le daban un toque de misticismo que hacía reflexionar sobre el poder de la naturaleza, sin embargo, tal como suele pasar en ese tipo de biomas, los depredadores no se hicieron esperar, cosa que hizo que nuestro viaje de investigación se volviera algo más complejo.

Casi en todos los lugares fuimos atacados por grupos delictivos armados, la naturaleza que en unos instantes se admiraba se convertía en un manto que impedía ver de dónde provendría el siguiente ataque furtivo, era un verdadero crimen atreverse a perturbar aquel paraíso natural con detonaciones de armas y algo imperdonable dañar las piedras talladas con las balas. Agradecía a cada momento batallar con guerreros tan excelentes como Alessio y Morozov, nuestros combates seguro rememoraban los enfrentamientos que seguramente se libraron en aquellas ruinas, por eso en mis oraciones pedía por las almas de quienes yacían allí por molestar su descanso intentando sobrevivir a ataque a los que no les encontrábamos motivos. Lo único que me parecía que fuera el motivo de aquellos intentos de acabar con nuestras vidas, eran las constantes humillaciones que solía hacerle Pablo a los encargados de los lugares que visitábamos, siempre intentaba demostrar su conocimiento de la manera más descortés imaginable y era obvio que muchos deseaban verlo con un balazo entre ceja y ceja.

En realidad, no estaba seguro, lo que si era algo indiscutible era la ferocidad de los ataques, apenas podíamos concluir los trabajos, personalmente pasaba más tiempo disparando a los destellos de las detonaciones entre la vegetación, que investigando inscripciones y cosas por el estilo. Recuerdo que en una ocasión tuvimos que salir de las excavaciones en helicóptero, porque quienes nos atacaban habían inutilizado los coches y las rutas de salida, por poco me da un infarto cuando nos elevábamos porque nos dispararon con un lanzacohetes, y decían que eran miembros de carteles los que nos atacaban ¿de dónde saca un delincuente para semejante arsenal?

Por allí donde pasáramos el señor Pablo López presumía sus victorias, que, según él, había logrado por sí mismo sin la ayuda de nadie, más bien mucho debe agradecernos a nosotros que fuimos quienes contra todo pronóstico, resistimos tiroteos intensos sólo para que el pudiera completar una labor con que buscaba enaltecerse a sí mismo.

Era una verdadera pena que hubiera gente tan ignorante como para dañar monumentos históricos de un valor incalculable sólo para hacer su trabajo de matar a los demás, aún recuerdo el polvo que se levanta cuando cada disparo chocaba con la piedra de los monumentos, en un principio las partículas te dificultaban la visión, luego se volvía una constante que incluso obstaculizaba la respiración. Los escasos minutos de calma que teníamos, los aprovechaba por observar a detalle la belleza de esos lugares y, en algunos casos, trataba de no dejar evidencia de nuestra perturbación de esos lugares sagrados, casi siempre recogiendo los casquillos y cartuchos que se esparcían por el suelo al momento de las escaramuzas.

Se concluyó el trabajo y no pude revisarlo, al parecer, requería un conocimiento tan amplio y especializado que yo no podría hacerme cargo de tal labor, honestamente no me importó, sólo me alegraba que todo nuestro martirio hubiera terminado. La información fue aprobada por la Alianza Múltiple y fue publicada de dos formas, la primera en un manual de historia para los miembros de la A.M. y la segunda en forma de libro de la autoría de Pablo López.

A diferencia de su primer libro sobre el tema, este tuvo un rotundo éxito al estar validado por la Alianza Múltiple, la comunidad científica mundial, aunque en un inicio reacia, aceptó la posible veracidad de los hechos y destinó equipos especializados para confirmarla, quedando sorprendidos por los resultados positivos que apoyaban la tesis propuesta. Mientras el éxito y el prestigio se elevaban, más que todo para el antropólogo engreído, yo pensaba en cuantas almas mandé al otro mundo en los últimos días de las investigaciones, aunque fuera en defensa propia, no dejaba de reprocharme el haber dañado la pureza de la selva manchándola de sangre y pólvora.


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