Capítulo XV: Para llegar al cielo hay que pasar primero por el infierno.

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Había llegado la hora de la verdad, nuestro grupo debería cumplir la segunda fase de sus investigaciones, ya se había demostrado la existencia de la supuesta "influencia exógena", ahora faltaba definir qué era exactamente y esa sería nuestra misión. Volvimos a la ZUC del canal de Panamá, aunque de inmediato debimos abordar al Dragón Atlántico para cruzar el océano homónimo y luego recorrer el Mediterráneo para llegar a tierra santa para comenzar nuestra labor. Pablo motivado por sus recientes logros no dejaba de alardear diciendo que "sería la persona que negaría la existencia de algún Dios fuera de toda duda", Alessio consideraba aquellas declaraciones como una condena para el alma de ese científico, sea lo que fuere estábamos seguros de que luego de estas investigaciones el mundo conocería la verdad, así que los fundamentos de la humanidad moderna estaban titubeando ante nuestros avances.

Recorrido el Mediterráneo nos dispusimos a desembarcar, no sin antes recibir todo tipo de advertencias para preservar nuestras vidas y lo más importante, nuestro trabajo. Ya habíamos experimentado situaciones de peligro en nuestro paso por las antiguas ciudades precolombinas, sin embargo, el pronóstico empeoraba, nos dirigíamos al punto confluencia de tres importantes religiones que durante años se han disputado el dominio del territorio que todos consideran sagrado. Durante los últimos años, todos los bandos se habían radicalizado creando un gran hermetismo entre religiones y grupos armados que combaten en nombre de su fe, por lo que nuestra presencia allí para demostrar que todos se equivocan seguramente no sería algo que les agradase.

Se preveía que nuestra situación fuera tan complicada, que se nos dieron Armaduras de Combate Moderno ACM para protegernos, eran los modelos hechos y modificados por Manoel Santos, al que cariñosamente empezamos a llamar "Remaches". Me sentía muy extraño caminando por las calles con un traje tan estrambótico y además en el fondo me incomodaba, no es que su diseño no fuera ergonómico, sino que me recordaba a mi patria. Me sentía como los soldados que invadieron y destrozaron a América en nombre de la unión y la paz, la "América Unida Regionalizada", puras patrañas en realidad sólo fue una excusa para que Estados Unidos nos invadiera y sometiera. Todavía recuerdo las explosiones, los bombardeos, las masacres, era un método muy parecido a la "guerra relámpago" de la Alemania de los años 1939-1942, destrozaban ciudades con bombardeos y luego las tropas de infantería y vehículos terminaban el trabajo.

Más que una guerra fue sólo una toma de posesión, ningún ejército podía contener a USA y sus aliados, de hecho, muchos países entregaron sus territorios sin combate para no sufrir los arrolladores ataques. Así el dominio de los Antiguos Estados Unidos de Norte América se extendió desde el Ártico al Antártico, la nación más poderosa del mundo hasta que Rusia y China se unieron en su "Pacto de Eurasia" en donde se adhirieron territorios que en antaño formaron parte de la Unión Soviética y Mongolia. El mundo volvía a los tiempos de la Guerra Fría, aunque esta vez quienes se disputaban el mundo se sinceraron, su único objetivo era dominar al mundo y se unieron para cumplir esa misión, formando la Alianza Múltiple.

Los parajes de medio oriente me recordaban a mi hogar, ciudades concurridas donde las medidas sanitarias eran casi inexistentes, como si la gran pandemia jamás hubiera ocurrido, era de los pocos lugares en el mundo donde había tanta inconsciencia ante el peligro de un brote de alguna nueva enfermedad. En contraste nuestros lugares de investigación eran completamente desolados, sólo había arena y sol hasta donde alcanzaba la vista, un panorama que recordaba mucho al Egipto de los faraones.

Inocentemente pensé en un inicio que seguramente esto no podía ser mucho peor que lo que ya habíamos experimentado, después de todo ahora contábamos con muchos más implementos para defendernos, por desgracia, no pasaría mucho tiempo para que me diera cuenta de mi error. Apenas llegábamos a algún poblado, los lugareños mostraban su descontento por nuestra presencia, al parecer se había difundido la idea de que éramos científicos herejes que buscaban profanar reliquias religiosas, eso nos hacía ganarnos el odio y desconfianza de muchos. Las maneras de repudiarnos fueron muchas, desde gritos y abucheos, hasta sabotajes e intentos de asesinatos, nuestros guías eran extranjeros que conocían los lugares, porque nadie nos quería hablar y de hecho, quien lo hacía era considerado un traidor y podía pagar una severa condena.

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