Capítulo VIII: Hora de partir

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Capítulo VIII: Hora de partir.

La alarma para despertar sonó antes de lo habitual, pues nuestro vuelo requería madrugar, cuando abrí los ojos me quedé mirando al techo mientras mi mente recuperaba todos los recuerdos que me ataban a aquel lugar, quizá no todos fueran buenos, pero todos formaban parte de esa increíble experiencia que me había tocado vivir. Por supuesto, no era el lugar lo que extrañaba, ya que en él sólo había conocido el sufrimiento, el motivo de mi nostalgia eran mis grandes amigas que pese a todo siempre habían estado allí para mi, nada lamentada más que alejarme de ellas. Dejé a un lado mis pensamientos y con desgano me preparé para salir, apenas estuve listo y vi a las muchachas, no pude evitar dejar salir unas cuantas lágrimas que oculté con la excusa de un resfriado.

Para salir a nuestra misión nos llevaron al hangar de la Zona de Uso Común, era enorme y contaba con una gran cantidad de aeronaves y más tomando en cuenta que la mayoría de sus actividades eran portuarias para atender el Istmo de Panamá. Era impresionante ver a esas cantidades enormes de personas y maquinarias realizando sus labores, su actividad era comparable a la de cualquier aeropuerto comercial. Desde que la Alianza Múltiple se consolidó, se crearon muchas de éstas ZUC o Zonas de Uso Común que no respondían a los gobiernos de las naciones donde se encontrasen, sino que eran delegaciones del gobierno mundial hechas para mantener control sobre todo el territorio. Muchos consideraron esto como una medida para expandir una dictadura mundial, aunque no se puede negar que repercutió de maneras muy positivas, la elaboración de estas ciudades y su mantenimiento, requería de gran cantidad de mano obra y esto generó muchísimos empleos, cosa que hizo que el desempleo mundial se desplomara.

Recorrimos muchos pasillos hasta llegar a una zona especial donde se verificaron nuestros datos y se nos hizo usa inspección y desinfección, luego pasamos a una pista especial cuyas ventanas tenían un color oscuro que opacaba la luz, pese a eso no pude evitar ver a la magnífica bestia mecánica que nos serviría de transporte. Nos preparamos para recibir nuestras instrucciones e ingresar, un oficial de la Alianza Múltiple nos explicó cómo sería nuestra travesía.

-Buenos días señores, dijo en tono muy fuerte. Bienvenidos a la zona de lanzamiento oriental, uno de los pocos lugares en el mundo que puede brindarles una de las mejores máquinas de transporte aéreo existentes.

-El proyecto mas reciente del gobierno mundial, intervino Morozov.

-En efecto, respondió el oficial. El Dragón Atlántico es como se le conoce, un avión de carga extrapesada capaz de llevarlos a su destino en el tiempo justo gracias a su vertiginosa velocidad.

Manoel no pudo disimular su sorpresa y entusiasmo y como un niño en una juguetería se sobresaltó y exclamó:

-Una verdadera belleza, velocidad, velocidad, ¿Cuál es su velocidad?, sus motores seguramente le permitirán romper la barrera del sonido sin esfuerzo.

Morozov se vio sorprendido por la conducta de nuestro compañero y con una sonrisa en los labios agregó:

-Seguramente podrá llevarnos a nuestro destino en menos de cinco horas ¿Verdad?

El oficial que parecía tener un rostro de acero, pues no cambiaba su expresión, sólo se molestó en decir:

-No puedo dar detalles del funcionamiento o capacidades de esta máquina, ya que es un secreto que pocos conocen, pero sepan que es mucho más sofisticada de lo que parece y superará todas sus expectativas.

Esa aeronave parecía ser la cúspide de la ingeniería, era esbelta, delgada y con un diseño muy sutil, pero con un tamaño tan grande que era difícil creer que si quiera pudiera despegarse del piso. El oficial continuó con sus comunicados para mantenernos al tanto.

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