Kim Seokjin es un mayordomo del clan beta y ha sido entrenado durante años para servir a un alfa durante toda su vida. Excepto que no esperaba ser asignado al frío, cruel y sombrío alfa Kim Namjoon. Aquel al que todos los betas temen, aquel que jamá...
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Reino Lykos - 1947
"Este amor es el demonio pero con un nombre diferente" —Boy Meets Evil
La mansión Kim era grande, espaciosa y hermosa. En el segundo piso habían siete habitaciones, mientras que en el tercero habían ocho. Rápidamente comprendió que en el tercer piso, las habitaciones pertenecían en su totalidad al señor Kim.
Cada una de ellas parecía esconder un pedacito de él, siendo la pintura, el boxeo, su ropa, sus intereses y su locura, divididas en cada una como si así pudiera tener control sobre ellas.
Por supuesto, él señor Kim parecía cansado de explicarle, probablemente había pasado por esto una vez cada semana, solo para terminar observando la espalda de los aterrados betas que huían.
Pero... Por alguna razón, la forma en la que Seokjin había solucionado en menos de un día parte de su celo y la condición precaria de su salón principal, habían sido más que gratificantes. Por ello aún en medio de su cansino deseo de tener por fin un beta propio, siguió enseñandole, despojandose de su privacidad de nuevo, dándose a conocer vulnerablemente con la esperanza de encontrar su mayordomo ideal.
Y Seokjin lo haría, su corazón latiendo por la necesidad tatuada en él de satisfacer las necesidades de su amo. Fué por ello que cuándo Kim Namjoon le enseñó el tercer piso, lo limpió de inmediato.
Curiosamente Namjoon no se alejó, probablemente había estado solo mucho tiempo, alejado de sus familiares porque debía tener su propio hogar, su propio lúgubre y solitario hogar carente de mayordomo alguno.
Sabía muy bien que la casa de un alfa era su orgullo, pero la suya parecía una mansión abandonada con algún monstruo escondido en ella. O quizás, más específicamente él era el monstruo solitario que vagaba como un alma en pena en los polvorientos pasillos, enjaulado consigo mismo.
Es por ello que observó atentamente a Seokjin, un pequeño pañuelo blanco cubriendo su cabello del polvo y un delantal azul de pequeñas ovejas cubriendo su traje perfectamente planchado. Parecía danzar con habilidad alrededor mientras con destreza abría las ventanas, bajaba las cortinas y las colocaba en cestas de mimbre.
Al girarse notó a su señor y su ceño se frunció. —No, no está bien en lo absoluto. —Molesto se acercó y observó a su amo. —El polvo le hará daño, Señor Kim. Por favor retirese a sus aposentos.
Namjoon se cruzó de brazos. —No.
Seokjin fruncio los labios y acercándose a su maletín, desdoblo un tapabocas blanco y se acercó hasta su amo. Ambos se observaron a los ojos, la luz entrando por las ventanas acariciaba sus rasgos mientras los dedos de Seokjin acariciaban con reverencia las orejas de su amo hasta que las pequeñas cuerdas estuvieron colocadas y luego, deslizó sus dedos sobre el tapabocas mientras lo ubicaba justo sobre la mitad inferior del rostro de su señor.
