Capítulo 11.
Max tenía contactos que estaban relacionados a la administración de la universidad más prestigiosa de New York, es por eso que instalarme fue tan sencillo como chasquear los dedos.
El dinero no era lo más importante del mundo, pero si podías hacer cosas maravillosas con él. Sabía que pedirle a Max que costeara la universidad sería algo descarado de mi parte, pero necesitaba avanzar y él era el último escalón que necesitaba para llegar a mi sueño.
Le estaría agradecida toda la vida, eso no se discutiría jamás.
Llenar papeleos, mudarme e instalarme y comprar algunos libros para empezar a estudiar antes de tener mi primer día me llevó exactamente dos semanas y el comienzo de una tercera.
Las citas con el psicólogo me ayudaban y me vio bastante entusiasmada, eso era alentador tanto para mí como para él. Quizás aferrarme a aquella nueva oportunidad era lo que necesitaba, aunque ahogarme en ella era lo que temía.
Coloqué el último libro en un estante particular y sonreí, orgullosa. En mi habitación había dos camas separas, con una mesa de luz y un enorme ventanal en el medio que daba vista al campus.
Lo bueno es que había ingresado a tiempo para empezar a realizar la carrera. Era como si el destino me estuviera sonriendo.
Tenía mi ropa organizada y colgada en perchas. Mi compañera de habitación ingresó con su última caja de mudanza que le había quedado pendiente y me sonrió.
—Listo, finalmente me he mudado a la universidad y con un cansancio inexplicable —me dijo, animadamente, colocando la caja encima de su cama y pasándose la mano por la frente a pesar de que no tenía ni una gota de sudor.
Su nombre era Amanda, tenía dieciocho años y había elegido estudiar la carrera de psicología al igual que yo, así que tenía una compañera de estudio asegurada. Tenía el cabello negro y unos preciosos ojos azules, era algo regordeta, pero tenía una silueta de muerte. Ella era preciosa en todos los sentidos.
—Me acaban de avisar en dos semanas iniciamos en los cursos introductorios ¿no te mueres por arrancar ya? —le dije, tirándome de espaldas a la cama y con una sonrisa en el rostro.
—Estoy más ansiosa de lo que crees, me han recomendado dormir mucho y que descanse todo lo que pueda, porque nos van a matar con todo el material teórico que nos darán —me aconsejó, cerrando la puerta y acostándose en su cama —. Así que tú y yo podemos ir a beber algo mientras estamos aquí.
Su ofrecimiento fue tan tentador que no tardé en decirle que sí.
Mientras ella se duchaba para luego salir conmigo, me atreví a enviarle un mensaje a Max, del que no sabía nada desde hace dos semanas. Le había dejado mensajes, pero no me había respondido ni uno solo.
Eso me había hecho entender que quizás lo molestaba y que debía dejarlo en paz hasta que él deseara mi compañía. Debía pensar en frio cuando se trataba de él.
“Creo que tengo una nueva amiga, es amable y graciosa. Me ha invitado a tomar algo en un bar que está ubicado en frente el campus. Espero que tu visita a Argentina sea de la más agradable, te doy a la distancia un beso imaginario en tu mejilla. Gracias por todo lo que estás haciendo por mí”
Mirando la pantalla de mi celular, vi que su última conexión en Whatsapp era a las siete p.m y eso me dejó algo descolocada. No había tilde azul en mis mensajes, pero si le habían llegado. Ni siquiera los había visto.
En dos semanas de ausencia, sólo le había enviado cuatro mensajes ya que no quería bombardearlo con todo lo que me estaba sucediendo.
¿Ya no quería ser mi sugar daddy? Me obligué a sacar todo pensamiento negativo de mi mente, no me hacía bien tomar ese camino, debía concentrarme sólo en lo positivo.
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No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
RomanceAda Gray decide morir. Se siente una fracasada, está harta de vivir con hambre debido a su miserable empleo con un jefe explotador que la humilla y la tortura psicológicamente. Una noche toca fondo y decide ahorcarse en su habitación, pero su plan s...