Capítulo 33

351 26 2
                                    

Capítulo 33

Fue algo cómico ver cómo ambos se acercaron a mí como si fueran amigos entre ellos de toda la vida. Max se puso a mi derecha y Adam se puso a mi izquierda. Los dos con sus copas y con un ánimo tan feliz que me resultó chistoso.

Me crucé de brazos, esperando a que alguno de los dos dijera algo. Parecían drogados contentos. Maldición. Ojalá ese té me lo hubiera bebido yo. Me llevé una mano a la boca, tratando de ocultar una sonrisa estúpida por lo tentada que estaba de risa.

El primero en hablar fue Max.

—Algún día Tom se comerá a Jerry, Silvestre a Piolín y yo a ti —me miró, guiñándome un hijo.

—Veo que la hora de los halagos ha llegado —sentencie, luego de apretar los labios y menear con la cabeza.

—¿Eso es lo mejor que tienes, anciano? —se burló Adam de Max y luego dirigió su atención a mí—. Quiero olvidarte, Ada Gray, pero sin el “olvi”.

Por poco escupo el champagne por la risa. Dios mío, ya me sentía como un tomate por el rostro colorado que tenía. Tuve que poner una mano sobre el pecho de Max para que no se abalanzara sobre él y lo golpeara.

—¿Eso es todo lo que tienes, niñito? —se río Max, entre dientes y exageradamente. Me miró directo a los ojos—. Ada Gray, mi cielo, ni bañándome se me quitó todo lo sucio que quiero hacerte.

—No sé a quién golpear primero —me cubrí los ojos con un de mis manos, meneando la cabeza y sin saber cuándo terminaría todo aquello —Pero ninguno de los dos superara a este: Son como las zapatillas de mi madre. Los veo venir y se me acelera el corazón.

No tardé en soltar una risa sonora que incluía aplausos con mis manos. La cual captó la atención de los invitados que nos rodeaban. Pero me calmé al ver que ninguno de los dos se había reído y sólo me habían mirado con cara cómo si estuviera loca. Me calmé y me aclaré la garganta.

¿Cuánto tiempo iban a estar en ese estado? Carajo. Ni siquiera podían comportarse como dos personas adultas. Ojalá las personas no los vieran raros.

—Quieren tener sexo conmigo ¿verdad? Parecen un par de adolescentes desesperados —los miré, con mala cara a los dos—. Disimulen. Se los agradecería.

—Yo sí, y sólo lo tendrás conmigo —carraspeó Max, fulminando con la mirada a Adam

—Ni que fuera de tu propiedad, naranja —masculló Adam, cubriendo su boca con el borde de su copa mientras bebía y desviaba la mirada.

—¿Por qué no me follan los dos y ya?

Ambos abrieron los ojos como platos ante mi propuesta tan tranquila y serena. No era cosa de otro mundo tener sexo a la vez con dos hombres. Todo era bueno si era consentido y todos estábamos de acuerdo. Me estremecí al pensar que mi madre pensaba así cuando hacia el amor con tantos hombres. Tenía que admitir que ella era grandiosa en ese aspecto y lo decía en el buen sentido. La sociedad tenía una visión negativa con las mujeres que tenían sexo con muchos hombres. En mi opinión, las admiraba.

Quien pudiera meter a dos hombres como Max y Adam en mi cama.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó Adam, tragando saliva.

—Sí, pero lo haremos cuando el efecto del té se vaya. Porque no me sentiré cómoda al saber que ambos están drogados.

—¿De qué té hablas, Gray? —el gesto de Max se ensombreció —. Yo me siento bien.

—¿A qué te refieres con eso, Ada? —me preguntó Adam, confuso.

Los miré, tímida y le sonreí con nerviosismo. Ambos me acorralaron contra la mesa de aperitivos.

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora