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Mi amado Max:
Con un profundo dolor en mi alma rota y con mis sentimientos deteriorados, te escribo a puño y letra, con mis ultimas fuerzas, que yo sin ti no puedo seguir. No puedo avanzar, no hay dirección a la cual aferrarme si no te tengo. Me siento como el primer día, como aquella vez en la que estaba metida en un profundo hoyo negro, buscando una soga a la cual sujetarme y tú, me salvaste ¿lo recuerdas mi amor? Pero hoy, cariño mío, no ocurrió.
Me llevaré conmigo la última sonrisa tuya, la última mirada y tu carcajada que tanto me gustaba escuchar, mi bella zanahoria. Mi bello amor.
Te amaré en alguna parte, en donde quiera que esté, te amaré y besaré entre sueños, sin importar nuestro desenlace. Aquella noticia que nos abatió no la soporté, no la quise oír, pero estaba allí ¿Cómo vivir con algo así en mi mente? ¿Cómo lograr estar en la tierra cuando deseo morirme al no poder tenerte como tanto quise, amor mío?
Que el mundo sepa que peleamos hasta el final, que nos sentimos indestructibles, pero aquello duró tan poco, que me quedaré con nuestros recuerdos. Permíteme llevarlos conmigo hacia donde quiera que vaya para que me acaricien cada vez que lo necesite.
No te preocupes amor mío, ya tendremos otra vida para volvernos a encontrar y quizás, deseo con lo más profundo de mi ser, que funcione.
Con lágrimas en mis ojos, te digo adiós amor mío.
Te voy a amar hasta sentir los ojos pesados, hasta mi último aliento.
Te amé hasta morir.
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Tiempo después...
Las diosas estaban desesperadas por tratar de calmar el llanto de Afrodita. En el Olimpo no todo era color de rosas y un paisaje digno de fotografiar luego de la muerte de su hija. Todas las diosas estaban intentando levantarle el ánimo.
Las infidelidades aumentaron en la tierra, el amor ya no era el mismo, sólo el sexo era el único interés. Las personas preferían dialogar entre ellas y no se animaban a enamorarse. Aquel detonante tan catastrófico (la falta de amor en la tierra lo era), era causado por el llanto y la melancolía de la diosa de la belleza, quien estaba en un duelo permanente que no parecía tener fin.
Afrodita no salía de sus aposentos hace meses que ya se habían vuelto incontables. Hasta que un día, uno de aquellos que se habían vuelto ordinarios, las puertas doradas e inmaculadas de su habitación se abrieron de par en par.
Las diosas que merodeaban por allí, incluyendo a Atenea y a Hera, miraron rápidamente hacia la habitación de Afrodita. Esta salió, con una sonrisa plantada en sus labios y con sus manos entrelazadas contra su pecho. Entonces, la diosa de la belleza, gritó a todo pulmón:
—¡Max la encontró!
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No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)
Storie d'amoreAda Gray decide morir. Se siente una fracasada, está harta de vivir con hambre debido a su miserable empleo con un jefe explotador que la humilla y la tortura psicológicamente. Una noche toca fondo y decide ahorcarse en su habitación, pero su plan s...