Capítulo 26

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Capítulo 26

Miré a Max, perpleja. Palidecí y titubeé varias veces, no siendo capaz de formular palabra por más que lo intentara. Intentaba buscar las palabras correctas, las palabras exactas para aquel momento, pero no era  posible.

Max, sin embargo, esperaba oír una respuesta que escapara de mis labios sonrosados. Ambos estábamos en las penumbras y la luz de emergencia azulada se había encendido de golpe, creando un ambiente algo apagado que no nos importó en absoluto ya que estábamos en nuestro propio mundo.

El agua de la ducha seguía corriendo, ruidosa y tibia sobre nuestros cuerpos. Max se apartó y pegó su espalda contra la pared, con el cuerpo desnudo, mirándome, esperando una respuesta. Tuve que concentrarme fuertemente en su rostro y no desviar la mirada hacia sus partes íntimas. Parecía no importarle estar desnudo frente a mí. Tragué saliva. 

—¿No me amas? ¿Por eso no respondes? —apretó los labios y se echó el cabello mojado hacia atrás con ambas manos, frustrado.

—Te amé desde el primer día —le confesé, con lágrimas brotando de mis ojos y con una sonrisa fugaz, tonta.

Rápidamente me miró, sin poder dar crédito de lo que había oído y vi como una sonrisa iba naciendo lentamente de sus labios.

—Dime que no es un sueño y que soy correspondido—volvió a acercarse a mí, tomándome de los brazos y buscándome los ojos—. Dilo de nuevo.

—Te amo, Max—sonreí, tonta y sintiendo que estaba en un sueño hermoso del que no quería despertar.

Me dolía el rostro de tanto sonreír, ese imbécil me tenía enamorada y no podía creer que las cosas se hubieran aclarado un poco, porque aún faltaba mucho por hablar. Pero aún así, ante él, desnuda, mojada y sin importarme las personas que pretendían separarnos, decidí que quería quedarme a su lado.

Max Voelklein era la perdición y yo quería ser consumida por él. No de manera sumisa, pero si de forma sentimental. Y era una sensación inexplicable ser correspondida.

—Te confieso mi amor y se corta la luz en el edificio—se echa a reír, divertido—. Agradezco que estén las luces de emergencias instaladas, porque sino no podría ver tu cuerpo tan perfecto e inmaculado.

—No exageres—me rio, sonrojada.

—Voy a pasarte el jabón por el cuerpo y no quiero escuchar un no como respuesta— dijo, con su boca empapada pegada a mí oído y haciéndome cosquillas en el cuello—. Y esto—me apreta el trasero con ambas manos y me estampa contra la pared—, es mío y de nadie más.

Todos los sentidos se aceleran y se me entrecorta la respiración.

—Tuya.

—Así me gusta, señorita Gray—jadea, me mordiéndome el labio inferior, dándole un mordisco intenso.

Me levanta del suelo y hace que rodeé las piernas por encima de su trasero desnudo mientras me besa desenfrenadamente. Chocamos los dientes un instante, por la desesperación, pero luego alcanzamos aquel beso perfecto. Cómo aquellos que te dejan sin aliento.

Siento su miembro erecto sobre mis partes íntimas y la temperatura me recorre la piel, deseando tenerlo adentro mío. Max suelta un gemido escondido en lo más profundo de su garganta cuando le rasguño la espalda con mis uñas, provocando que me apreté más contra la pared.

—¿Quieres que te la meta? ¿No es así? —me pregunta, entre besos y como si le divirtiera mi desesperación.

—¡Sí! —jadeo, excitada.

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora