Capítulo 13

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Un dolor desgarrador e implacable le recorría cada parte de su cuerpo.

Cada pequeña célula de su cuerpo parecía estar en llamas ardientes incendiando su cuerpo por dentro. Los segundos que transcurrían parecían ser eternas y tortuosas horas interminables. Un torrente de dolor y angustia le recorrían desde la punta de los pies hasta la cabeza, sus gritos de agonía reberveraban y retumbaban en aquella fría noche intranquila.

Sentía como si la sangre de sus venas hubiese sido transformada en lava ardiente que le quemaba la piel como si estuviera en medio de alguna llamarada ardiente, en otras ocasiones sentía como si la sangre se le hubiera congelado, quemandole con un frío desgarrador. Su magia estaba fuera de control, quemandole como fuego su núcleo mágico el cual parecían querer arrancarle.

Sentía como si quisieran arrancarle la piel de la manera más lenta y dolorosa posible, sentía como poco a poco una parte de su escencia abandonaba agónicamente su ser.

-¡Señor, al parecer Németon se niega a darnos su magia!- escuchó a alguien al fondo.

-Es ese maldito chiquillo, el Németon se niega a hacerle daño a su guardián- gruñó la voz ronca y furiosa de otro sujeto.

Pero en ese momento Stiles no podía siquiera distinguir nada más.
Estaba tirado en el suelo, su cuerpo estaba totalmente tembloroso por los horrosos espasmos de dolor agónico que le recorría cada parte de su cuerpo, sus manos temblaban con violencia tratando de aferrarse a algo pero le era imposible.
Su cuerpo se retorcía violentamente buscando quitar ese dolor insoportable que le desgarraba el cuerpo como nunca había sentido, sus gritos agónicos y desgarradores se escuchaban como un cántico horroroso que le causaba placer a Keizo.

Al fondo se escuchaba el clamor del un cántico de ese ritual pagano que resonaba en el aire, las voces de los Darach subían y bajaban como una marea que iba y venía con una fuerza bruta e implacable. La profunda letanía de sus voces resonaban en el bosque creando un eco latente que retumbaba con voz de ultratumba por el profundo bosque iluminado por la tenue luz de la luna.
La magia oscura y maliciosa vibraba bajo la misma tierra, pero el Németon intentaba combatir esa mágia oscura buscando proteger a Stiles.

-¡Tendré el poder de ese bastardo a como dé lugar!- exclamó el Darach desatando una oscura magia negra y demoniaca que hizo temblar al Németon junto a todos los presentes.

Una furiosa tormenta de poder mágico se desató en aquel lugar, el poder demoniaco que Keizo había invocado y la mágia del Németon batallaban entre sí con una cólera infinita que parecía que nunca iba a ser apaciguada.
En medio de esa batalla de poder que sacudía el bosque entero y estremecía cada criatura viva que lo sintiera, Stiles seguía en el suelo en medio de aquel circulo pagano lleno de sangre y azufre.

Los árboles de alrededor se balanceaban violentamente debido al fuerte viento cargado de magia que provocó la batalla entre Keizo y el Németon, las ramas de los árboles se agitaban como si estuvieran en medio de una peligrosa tormenta. Las velas y las antorchas tintilaban peligrosamente subiendo y bajando la intensidad de sus flameantes llamas amenazando con apagarse de un momento a otro.
La naturaleza se agitaba al estar sometida bajo el poder de una magia oscura y corrupta contra una magia natural y protectora que luchaban por el dominio.

Los cánticos de la letanía no cesaron en ningún momento y tampoco los gritos del dolor desgarrador de Stiles.

-¡Mataré a ese hijo de puta cueste lo que cueste!- exclamaba Keizo colérico al ver que el mocoso aún seguía con vida y que aún no le podían quitar su poder.

La luna creciente parecía tintilar e iluminar todo con su triste luz cristalina, como si ella compartiera el dolor de Stiles.

El castaño en el suelo arqueaba su cuerpo por el inmenso dolor insoportable que envolvía su cuerpo, sentía como si se quemara vivo, o como si tuviera un congelandose vivo, como si miles de balas atravesaran su cuerpo o como si su piel estuviera siendo arrancada a tiras.
Su garganta ya estaba desgarrada e irritada de tanto gritar, por sus ojos escurrían gruesas lágrimas que empañaban sus ojos, en su boca podía sentir la bilis y la sangre mezcladas en una desagradable convinación.

Entre lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora