|| 𝙽𝚘𝚛𝚖𝚊𝚗 ||

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Luz. 

Ella era una brillante luz.

Primero, la admiró. Podía ver el amor hacia los niños de Grace Field en sus ojos dorados, se preocupaba por ellos y procuraba su bienestar. Nunca creyó ser capaz de superarla en ningún ámbito, a sus ojos era un ser perfecto, inigualable e inalcanzable.

Segundo, se encaprichó. Quería superarla, demostrar su valía, quería demostrarle que no era como otros, dar a conocer su existencia aun a sabiendas que ella sabía perfectamente quien era, al fin de cuentas hablamos de la misma que lo vigilaba los días de inviernos ante algún indicio de enfermedad y le traía libros a la enfermería para que no se aburriera.

Tercero, se decepcionó. Si alguien le hubiera dicho que ella era la traidora e informante de Isabella lo hubiese negado al instante y la hubiera defendida a diestra y siniestra. Por eso no pudo evitar decepcionarse, sentirse triste y traicionado, pero la descripción de un traidor no concordaba con todo lo que conformaba a ella.

Cuarto, lo aceptó. Era un hecho, le gustaba aquel faro de luz, y eso era doloroso, porque él era consciente de que no era distintos de los demás, era un hermano más para ella. Pero eso era irrelevante, vidas estaban en riesgo, que importaban sus sentimientos.

Quinto, lo negó. No quería aceptar que ella, su luz, se quedara atrás. Había prometido ir con ellos en busca de la libertad, pero como alguien había dicho, las promesas se hicieron para romperse. 

Sexto, se hundió. Muerta, la luz se había extinguido. Eso era imposible, ella no podía morir ni perecer, pero lo hizo, ese hombre lo había dicho y burlado, su luz había muerto y lo creyó.

Séptimo, los mató. A cada uno de ellos, demonios, monstruos atroces. Su ira la camufló con frialdad, su objetivo era aniquilarlos, pero tras tantos años aquellos sentimientos por la inexistente luz se habían ido y solo quedaron deseos de vengarla.

Octavo, la encontró. Estaba en el lugar que menos esperaba con el rol más horrible, pero estaba ahí, viva y sana. Reflexionó, siempre hay una condición antes de convertirte en hermana y madre

Noveno, la observó. Hermosa, maravillosa, ángel. Eran insuficientes para describir lo bella que se veía ella, su cabello había crecido, más largo y oscuro. Sus ojos eran aún más brillantes de lo que recordaba y su voz, oh vaya, que increíble que era escuchar su voz.

Décimo, se enamoró. Un instante bastó para que sentimientos infantiles se transformaran en unos estables y con bases. Era definitivo, ahora no solo le gustaba Astlyr por un posible encaprichamiento o una fase de admiración extremista. No, le gustaba ella, física, mental y emocionalmente. 

Undécimo, la esperó. No era momento, nunca sería un buen momento mientras permanezcan en el mundo de demonios. Y cuando estuvieron en el lado humano avanzó paso a paso, cortos pero certeros, hacia el corazón de su luz.

Duodécimo, se atrevió. Un año intentando conquistar a su luz y en una inusual pero conveniente situación logró hacer lo que en solo sueños podía imaginar. Besarla lo convirtió en un revoltijo de emociones, que le correspondiera era inesperado, ya que daba por hecho el rechazo. Pero dudó, ¿lo hizo por pena? 


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:D En unos minutos está la otra parte y en unos dos o tres días se viene un especial.

𝐒𝐓𝐈𝐋𝐋𝐇𝐄𝐓; 𝐍𝐨𝐫𝐦𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora