|| 𝙿𝚛𝚎𝚏𝚊𝚌𝚒𝚘 ||

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|| Las mentiras más crueles son dichas en silencio ||

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|| Las mentiras más crueles son dichas en silencio ||


Ella cayó de espaldas al suelo con una flor en su pecho pasando de un color blanco a uno rojo, los pálpitos de su corazón anteriormente constantes, se apagaron, dejando la figura quieta, sin vida

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Ella cayó de espaldas al suelo con una flor en su pecho pasando de un color blanco a uno rojo, los pálpitos de su corazón anteriormente constantes, se apagaron, dejando la figura quieta, sin vida. 

Su hermana mayor murió negándose ante la idea de ser sirvientes de ellos.

Su respiración siempre calmada, pasó a ser una acelerada, sus manos frías temblaron del miedo, su cuerpo no respondía ante sus gritos internos. Solo rezó que aquellos arbustos fueran lo suficientemente útil para esconder su cuerpo de seis años. Su agudo oído, pudo escuchar como el corazón de un ser humano, su madre, latía de forma rápida, supuso que a la mujer tampoco le gustaba mucho su trabajo de entregar niños.

Pasos, crujidos, pasos y más crujidos, observó de reojo como la de ojos violetas se alejaba yendo a la gran casa.

Ahí, en medio de la oscuridad, escondida entre maleza, arbustos y árboles, fue cuando lloró, lloró imponente por el inevitable destino que le esperaba, este lugar no es un orfanato, ¿qué era ese lugar? ¿Todos estaban a destinados a morir?.

Se quedó escondida, no queriendo salir de su escondite improvisado, se sentía segura y tenía miedo de volver a la gran casa y ya no sentir lo mismo de siempre, el hogar cálido y amigable. Suspiró pesadamente para levantarse temblorosa y torpemente se dirigió al hogar, fue a la puerta trasera por donde había salido y entró en silencio.

Aun solo teniendo seis años, era la mas sigilosa.

Miró las escaleras y subió por ellas evitando las zonas que más ruido hacen, la madera rechinaría y daría a entender que se encontraba despierta, no tenía como explicar una razón para ello. 

Abrió la puerta del cuarto de niños y fue inmediatamente a su cama, miró a su lado izquierdo, la cama que le pertenecía a Helena, la niña que vio perecer. Ahora, en su lugar, la reemplazaba Yuzuru, una niña de cabellos azabaches y ojos azules, esta abrazaba un peluche de oso, Glimmer.

𝐒𝐓𝐈𝐋𝐋𝐇𝐄𝐓; 𝐍𝐨𝐫𝐦𝐚𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora