𝗂𝗇𝖽𝖾𝗌𝗂𝖼𝗂𝗈𝗇

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Horacio Pérez, nunca dudaba de sus capacidades, nunca se sintió débil, era un omega un tanto peculiar, peculiar en todos los sentidos, en su vestimenta algo extravagante y un tanto fea a decir verdad, en su actitud, era fuerte y no se dejaba pisotear, pero si te lo ganabas el pequeño podría llegar a ser un amor contigo.

su exquisito y poco hostigante olor a cedro y manzanilla, te embriagaba y causaba un poco de curiosidad.

aquel joven luchó en las calles, lucho para entrar al cuerpo nacional de policía, lucho para ganarse el respeto que le tenían algunos de su compañeros, lucho por convertirse en un omega inusual, no quería seguir el estereotipo de el típico omega que tiene hijos y cuidar su hogar, no quería ser el gilipollas que se queda callado y baja su mirada, lucho muchísimo con sus instintos para controlar su celo, lucho en demasía para lograr resistirse a la voz de mando de los alfas, lucho para vivir en un mundo de alfas siendo un omega.

pero todo el esfuerzo fue en vano, todo aquel esfuerzo no valió nada, ahora solo se sentía destrozado. se sentía solo, se sentía estúpido, se odiaba a si mismo, odiaba su vida, odiaba a Conway por ser tan cruel, odiaba a Volkov por quedarse callado, odiaba a Gustabo por ser el preferido, odiaba a greco por mirar de lejos, odiaba a sus compañeros por reírse de el, pero sobre todo odiaba a aquel alfa, lo odiaba con todas sus fuerzas, lo odiaba por no escuchar, lo odiaba por no parar, lo odiaba por hacerle daño, lo odiaba por acabar con el poco autoestima que le quedaba.

"Claudio, te necesito" aquellas palabras que necesitaba pronunciar, aquellas palabras que luchaban por salir de su interior, pero el las reprimía en lo mas profundo de su ser, para no sacarlas jamás, para no cometer ningún error, si veía al moreno le contaría todo, y si lo contaba se destrozaría aun mas, terminaría con la casi inexistente dignidad que le queda, si lo contaba seria un peor.

Eel día de hoy patrulla a solo, y era algo que agradecía, había sacado el héroe y se dispuso a patrullar pasando por alto los atracos y las denuncias simplemente conduciendo en silencio hundido en sus pensamientos.

Sentir el olor de la sal en sus rosales nasales, sentir la húmeda y fresca brisa que golpeaba en su rostro, el olor del mar, escuchar el mar y ver el hermoso atardecer con el sol cayendo por el mar.

El resto de su turno se dedico a conducir sin alguna dirección en concreto, pero antes de salir de servicio se dirigió al taller, el cual por suerte estaba abierto 24/7.

Su petición era sencilla, cambiar la matrícula que decía Héroe y reemplazarla por una normal y aburrida.

El Mecánico no tenía mayor idea sobre los coches policiales, así que lo hizo sin renegar ni preguntar, grave error.

Horacio se encontraba totalmente solo en la sala de espera bebiendo del desagradable café que les ofrecían a los clientes.

Estaba pensando en muchas cosas, pensaba en el abuso, pensaba en su ruptura con claudio, pensaba en los gritos que recibía de Conway cada vez que intentaba a decir algo, pensaba en Volkov, siempre menospreciandole, siempre regañandole, siempre haciéndole creer que era un inmaduro y un blando.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que cuando regresó a la realidad sintió una mano moviendo su hombro.

Volteo su vista hacia un mecánico de cabellos negros con algunos matices grisáceos, una piel blanca como la nieve, y con una expresión de pena en su rostro.

- caballero, hasta que despierta. Lo busca el superintendente. - Horacio suspiro fuertemente y le asintió levantándose del asiento.

Seguidamente se dirigió detrás del mecánico hacia la entrada, no en el parking de afuera, en el lugar donde se arreglaban los coches.

En cuanto entraron en ese lugar la mirada del superintendente se fijo en su subordinado y se dirigió con pisadas fuertes hacia el, obligando al mecánico a apartarse.

Horacio bajo la mirada y se quedó quieto esperando el característico golpe de la porra, el cual llegó, golpeando sus costillas en primer lugar, luego los porrazoa llovieron, llegando a sus piernas, brazos, costillas, alguno que otro en su rostro y bastantes en su espalda.

Mientras le golpeaba en el suelo el superintendente solo gritaba cosas como "anormal" "la puta matricula no" "capullo" "idiota" "mamon, que eres un mamon" y demás insultos.

Horacio dejaba salir algunos quejidos y su olor siendo amargo demostrando su tristeza y dolor, cosa que el antiguo horacio no hubiera dejado jamás.

El cuanto el super terminó se fue dejando a un Horacio hecho bolita en el suelo, llorando por el dolor físico y sentimental.

-hey, vamos te ayudo - dijo el mecánico que anteriormente le llevo allí.

El omega intentó levantarse, pero sus piernas dolían demasiado y no se sentía en la capacidad de pararse y caminar hacia algún lugar, así que aquel mecánico pasó su brazo derecho por debajo de sus rodillas y su izquierdo por su espalda cargandolo. lo llevó así a él despacho de arriba, donde también descansaba el mecánico que le atendió siendo curado por otro compañero.

Horacio fue dejado en un sillón del salón mientras aquel buen hombre le sonreía. - llamaré a los ems - y el mecánico se levantó llamando a los ems para que le curaran.

Luego del llamado volvió donde el moreno y se sentó a su lado y le acaricio el rostro. - lo siento - dijo este con un tono cariñoso.

- no tienes la culpa.

-por cierto soy Juanjo.

- un gusto, yo soy Horacio.

Ambos se sonrieron de forma amigable y continuaron con una conversación amena.

Al tiempo llegaron los ems y subieron al despacho encontrandose con dos personas por curar.

- ¿Horacio? ¿Como estas? ¿Te duele mucho?

- ¿Claudio?... N-no me duele, estoy bien. - Juanjo miro a este par extrañado, vaya tensión había en el ambiente.

-¿que te pasó?

"bueno me pasó que soy una mierda" pensó

- umm.. Amm s-solo el super.

- oh, por Dios Horacio, cuántas veces te he dicho que renuncies. Ellos te hacen mal. - reprochó mientras sacaba algodón y agua oxigenada de su pequeño botiquín.

- ¿Podrías retirar tu camiseta? - pidió amablemente - ¿como?

-para curarte.

El Moreno se retiro su camiseta dejando ver su delgado cuerpo con algunas heridas.

- estas muy delgado, ¿has comido estos días? - no recibió respuesta.

- Horacio, no te veo hace dos meses y has bajado al menos diez kilos.

- he estado comiendo, no es de tanta importancia.

Claudio le curó las heridas con mucho cuidado y delicadeza, dedicandose a observar algunas marcas de rasguños en sus brazos y algunas evidentes cicatrices de autolesiones.

Claudio le curó las heridas con mucho cuidado y delicadeza, dedicandose a observar algunas marcas de rasguños en sus brazos y algunas evidentes cicatrices de autolesiones

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[💌] Horacio osito abrázame toda la noche.

𝐃𝐞𝐣𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora