Sin Miedo a Querernos

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Mi jefa deja sobre mi escritorio una pila de hojas que tengo que firmar y enviar por correo a cada cliente. ¡Vaya, mi mañana sí que será larga! Somos una agencia de viajes muy reconocidos en la ciudad, creamos planes que se acomodan al estatus económico de cada persona. Pero al parecer a mi jefa se le olvida que aparte de mí hay otras 6 personas que trabajan para ella.

Llega la hora del almuerzo, y me decido por salir a comer afuera. Recojo mi bolso y apago el computador. Cuando estoy casi en la puerta mi móvil suena., -¿hola? Pregunto para saber quién es, pues el número reflejado en la pantalla es desconocido. –Por fin pude localizarte... me dicen del otro lado y en seguida reconozco su voz, el dolor en mi mano me hace darme cuenta de lo fuerte que apretaba el teléfono por la rabia que estaba consumiéndome de solo saber quién me hablaba.

-¿Cómo conseguiste mi número? ¿y quién diablos te crees para tener el descaro de llamarme después de todo?.. Me ruega que por favor no cuelgue la llamada, que solo necesita unos minutos para explicarse. Y simplemente no la dejo continuar y lanzo el móvil al sofá, respiro profundo para no llorar porque no se merece ni una más de mis lágrimas. Salgo de la oficina sin tomarme la molestia de recoger mi teléfono nuevamente.

Cuando estoy por cruzar la calle para ir al café del frente, escucho mi nombre, al voltear, ahí está mi jefa toda imponente y me pregunta si me encuentro bien, le contesto titubeante que sí, que no me pasa nada. Ella mira fijamente mis ojos, y me dice al oído, -Tus cara me dice todo lo contrario. Y en ese momento mis lágrimas salen disparadas, y ella sin pensarlo me toma entre sus brazos, acaricia mi espalda y me susurra que todo estará bien.