《 11 》

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Kaminari odiaba el invierno con toda su alma

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Kaminari odiaba el invierno con toda su alma.

No era por aguafiestas ni mucho menos, pero aborrecía el tener que salir con mucha ropa encima, o que se hicera de noche tán rápido. También detestaba los resfriados que solían darle en esas épocas del año, cuando el aire filósamente helado congelaban sus fosas nasales y le enrojecía la naríz de tal manera que combinaba con la corbata de su uniforme escolar.

Sin embargo, comprendió de inmediato que todo valdría la pena al observar por la ventanilla del autobús el lugar en donde se encontraba: habían incontables altos y firmes pinos a ambos lados del camino, un manto de nieve cubría toda la fauna del lugar, y el cielo grisaseo daba una justa armonía al ambiente.

Pequeños copos de nieve descendían del cielo, tranquilos, como si fueran plumas que se llevara el viento, y cuando al costado de la ruta vió un letrero color verde con el nombre de su destino y "12" al lado, se dió cuenta de que estaban a nada de llegar.

Los cinco habían subido al autobús a eso de las seis de la mañana y durmieron las cuatro horas que el viaje duraba. Todos menos él, quien se pasó el recorrido observando cómo el exterior cambiaba gradualmente de ambientes citadinos, a pueblos, después a campos, otra vez a localidades aún más pequeñas, y finalmente a un desierto verde que cada vez se tornaba más y más pálido.

Miró la pantalla de su celular: nueve y diez de la mañana. Decidió espiar por la vetana a su izquierda, y a lo lejos pudo divisar un arco grande de madera el cual seguramente era la entrada de la localidad donde vacacionarían.

Se emocionó por ello. ¿Qué tipo de lugares podrían visitar?¿Qué aventuras tendrían?

¿Habría un lago congelado para poder patinar?

¡Ansiaba que fuera así!

Patinar en hielo era una de sus actividades favoritas desde que Sero le enseñó, en invierno del año pasado. No era un profesional, ni siquiera podía decir que lo hacia medianamente bien, pero era muy divertido. ¡Esperaba poder compartir eso con sus amigos!

A los pocos minutos, una gran sombra oscureció su rostro momentáneamente. Le pertencía a aquél arco, y al reconocer esto, Kaminari miró por el vidrio delanterao del transporte para poder apreciar un poco más de lo que le permitía el suyo; observó así, un paisaje lleno de cabañas, faroles de luces notablemente antiguos (pero aún así hermosos), calles de asfalto oscuro, y algunas personas paseando con abrigos grandes. Más allá de la zona urbana se hacían notar un voluminoso bosque, que era donde parecían dirigirse.

El transporte anduvo por una avenida de quince cuadras de longitud, hasta que se desvió por un sendero de tierra rodeado de piedras grandes, decorativas. Ascendieron con lentitud, hasta toparse con un edificio moderno perfectamente capaz de adaptarse a la naturaleza que lo rodeaba: la construcción constaba de tres pisos, con una entrada de vidrio en el centro de ella. Las paredes estaban (o parecían estar) únicamente hechas con troncos ubicados de forma vertical a excepción del frente del primer piso, en el cual resaltaban unos ventanales enormes que daban vista a la recepción y a una minimalista sala de estar. Todos los cuartos del segundo y tercer piso que daban al exterior tenían su propio balcón(que de afuera se veían lo suficientemente espaciosos), y por último, habían dos piscinas climatizadas detrás del hotel.

Egoistic Lovers || KiriBakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora