¿Cita? (2/3)

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─¿No podías haberte puesto algo más... ─Kuroo quiso decir adecuado, pero prefirió no terminar la frase.

─¿Más...? ─inquirió Kenma, metiéndose las manos en los bolsillos. Su atuendo consistía en unos pantalones de chándal negros, un jersey oscuro y una sudadera gris pálido con cremallera junto con unas sucias y desgastadas Vans negras; el único calzado que tenía además de sus viejas zapatillas de vóley.

─Más...vestido.

─¿Más arreglado? ─Kuroo asintió─. No tengo nada elegante, sabes que apenas salgo.

─Ya... No importa, vámonos. Tengo reservada una mesa en el Royal Hideout.

Kenma no se movió y torció el gesto.

─¿No te parece un poco excesivo? ─preguntó.

─¿Por qué?

─Vamos, sabes por qué. ─Prefería evitar decirlo.

─Es un poco caro, sí, pero puedo permitírmelo. No te preocupes por eso.

─No es por eso ─suspiró─. Bueno, da igual.

El Royal Hideout era una cadena de restaurantes de lujo, una cena que poca gente podía permitirse, y por cosas del destino, Kuroo había coincidido con el dueño, un magnate gastronómico, en un viaje de negocios a Singapur hacía un par de años. Se habían hecho cercanos y Kuroo ya no necesitaba reservar mesa con antelación, y tampoco debía preocuparse por la etiqueta, de ahí que Kenma pudiera presentarse en chándal. Sería un poco escandaloso, pero no les costaría más que un par de miradas inquisitivas de gente sin importancia.

Cuando se sentaron, Kenma tragó saliva. Se sentía observado. Era consciente de que su ropa no era la más apropiada, pero sabía que no era por eso por lo que realmente los miraban. Paseó la vista por la habitación y solo vio parejas.

Era un restaurante romántico. Hasta la iluminación lo denotaba: era cálida y tenue, muy íntima y acogedora.

Dos hombres cenando solos en un restaurante para parejas, algo fácilmente malinterpretable. Apenas habían tomado asiento y ya se estaba arrepintiendo.

─Kuroo, esto... ─No pudo terminar la frase, pues ya tenían al camarero encima.

─Buenas noches, caballeros. ─Un saludo cordial seguido de una inclinación. El servicio era digno de renombre─. ¿Puedo servirles el vino de la casa?

¿Vino? Kenma torció el gesto. No acostumbraba a beber, y mucho menos vino, pero asintió para contentar a Kuroo.

—Adelante —respondió y se reclinó sobre la silla. El camarero sirvió con destreza y giró la botella con un ágil movimiento de muñeca, sin derramar una sola gota y secando la única que manó de la boca de la botella con el trapo que la envolvía.

Cuando se marchó, Kenma se dispuso a proseguir, pero llegó otro, esta vez con pan especiado y aperitivos con una pinta deliciosa.

—Rollitos de salmón, queso crema y espinaca; quesitos empanizados con mermelada de fresa; tartaletas de hojaldre con champiñones; y bocaditos de salmón con aguacate —declaró, y después depósito la cesta con tiras de pan especiado en el centro de la mesa y encendió un par de finas velas que descansaban sobre unas relucientes bases de plata—. Aquí tienen la carta. Me temo que por hoy no disponemos de la opción de servirles el magret con curry rojo, pero estoy seguro de que encontrarán otros platos a su gusto.

Kenma abrió el menú y casi se cae de espaldas al ver los precios. Eran desorbitados, se atrevería a decir que hasta cómicos, pero iba comprendiéndolo a medida que lo invadía el aroma del aire y danzaban en su lengua los nombres de los platos: Magret de pato y granada, Roastbeef con pudding Yorkshire y salsa Robert, atún con queso de alce, carne de Wagyu... Se le hacía la boca agua con tan solo pronunciarlos.

No sabría decir cuánto había pasado, pero para cuando quiso darse cuenta, sintió la mirada de Kuroo clavada en él.

—¿Qué?

—Que qué vas a pedir —repitió exasperado por tercera vez. Kenma lo había ignorado por completo.

—Ah, eh... No lo sé.

—Llevamos casi veinte minutos con la carta, haz el favor de decidirte ya —lo apremió, dejando la suya sobre el plato vacío que tenía delante.

—Sí, sí. —Sus ojos dieron mil vueltas; subieron, bajaron, derecha, pasó una página, arriba, abajo, derecha de nuevo, después volvió atrás unas tres páginas. Finalmente declaró—. El Rosbif ese con...pudding Yorsair.

—Yorkshire —lo corrigió su amigo con una sonrisa. El acento de Kenma no era el mejor del mundo, pero resultaba tierno.

—Como se diga.

Kuroo cerró ambas cartas y las apartó, esperando que algún camarero se percatara y se acercara para tomarles los pedidos.

—Kuroo, este sitio... —Trató de mencionarlo de nuevo, pero Kuroo lo interrumpió.

—Que no te preocupes por los precios, pago yo. Además, el señor Ryuga me hace un descuento cada vez que traigo a alguien.

«O sea que ha traído a más gente aquí antes. Entonces sabrá perfectamente que este es un restaurante para parejas», pensó y abrió la boca para hablar, pero la cerró, exasperado, al ver a otro camarero aproximarse.

—¿Qué desean a tomar, caballeros?

—Él tomará el Roastbeef de Yorkshire —El camarero garabateó frenéticamente en su libreta— y yo quiero la chuleta glaseada con puré duquesa. Ah, ¿podría traernos más tartaletas de hojaldre? Y ¿tú quieres algo más?

Kenma negó con la cabeza. Tantos intentos fallidos de entablar una conversación lo estaban enfadando.

—Bien, enseguida se lo sirvo, caballeros.

Dicho esto, se alejó a toda prisa. Por fin estaban solos. Kenma apoyó el mentón en su palma y suspiró.

—¿Qué te pasa? —demandó Kuroo, que no entendía qué lo había hecho ponerse de tan mal humor.

—Que llevo media hora intentando decirte algo y me han interrumpido tres veces.

—¿Qué querías decirme? —preguntó, riendo por lo absurdo de la situación.

Entonces Kenma se arrepintió. Odiaba ser así de volátil, pero no podía evitarlo cuando se trataba de algo embarazoso.

—Que este sitio...bueno...es...

—¿Es...? —Se estaba cansando de esperar—. ¿Muy caro? Ya te he dicho que...

—¡No! —exclamó. Varias miradas se posaron en él, y se encogió en su asiento. Kuroo rió por lo bajo.

—¿Entonces qué pasa?

—Es para parejas —dijo finalmente.

Su amigo alzó una ceja.

—¿Y?

—¿Cómo que «y»? —Kenma estaba rojo hasta las orejas—. Esto no es una cita... ¿o sí?

Tetsuro no respondió, lo que hizo que el otro entrara en pánico.

«¿Por qué no dice nada? ¿Es una cita? ¿Él cree que es una cita?».

—Considéralo lo que prefieras.

HAIKYUU - KuuroKen Timeskip RoomatesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora