Podría decirse que la cosa estalló alrededor de una semana después. Llevaban todo ese tiempo ignorándose el uno al otro: apenas se miraban cuando se cruzaban por el pasillo, y debido a sus respectivos trabajos, resultó sorprendentemente fácil hacer como si el otro no existiera.
Una noche, Kuroo llegó un poco ebrio a casa, no tambaleándose, pero lo suficientemente bebido como para ser más sincero de lo que le convenía, y dio la casualidad de que Kenma también había bebido, pues había llegado a quince mil suscriptores en Twitch y había decidido celebrarlo con más cervezas de las que acostumbraba a tomar.
—Bueno, chicos —comenzó a despedirse de su público—, muchas gracias por todo. Sois lo mejor que me podría haber pasado. Puede que sea por la cerveza, pero aún no termino de creerme que hayamos llegado a una cifra tan astronómica como quince mil personas. Es una locura. Siento tener que terminar la celebración tan pronto, pero creo que debería irme a dormir ya, que es de madrugada y he bebido un poco más de la cuenta.
Esperó a leer los comentarios de la gente y las últimas donaciones antes de despedirse del todo y cerrar el directo. Por precaución, también desconectó el micrófono, lo guardó y tapó la Webcam. Fue a mitad de la segunda tarea cuando escuchó la llave del apartamento y se apresuró a meterse en la cama como pudo. Dudaba que se le ocurriese entrar a saludarle, pero por si acaso, prefería fingir estar dormido.
Kuroo entró al piso con serenidad, sin hacer ruido, y Kenma se relajó al no escuchar ningún estruendo y concluir que no estaba ebrio ni traía a nadie consigo. Cerró los ojos y trató de dormirse, pero le sobresaltó el sonido de la puerta de su habitación.
Alzó la cabeza por encima de la sábana y vio la figura de Kuroo recortada contra el marco. Tragó saliva. Llevaba dos botones de la camisa desabrochados, el pelo revuelto y la corbata en la mano.
—¿Y tú chaqueta? —Fue lo único que Kenma acertó a decir. Sentía la cabeza ligera. Kuroo se detuvo a sopesar la pregunta unos instantes. Le había pillado por sorpresa.
—Creo que me la he dejado en la oficina.
—Ah —musitó Kenma—. Llama mañana por si alguien la ha encontrado.
—Mañana es domingo —le recordó. Después, se alejó del marco y comenzó a caminar hacia el interior de la habitación, hacia la cama de Kenma. Él sintió que se quedaba sin aire durante los segundos en los que lo vio aproximarse, pero se relajó cuando se sentó a los pies de la cama.
—Qué mal llevo las fechas —se excusó Kenma, tratando de mantener el tracto de la conversación para que no se volviera incómoda, pero de pronto, Kuroo no quiso responder. Al contrario, se quedó ahí sentado, mirándose las manos y estudiando las baldas de la habitación, las figuras, los libros...—. Bueno, ¿querías algo? Darme las buenas noches o...
—Quiero besarte —le soltó Kuroo de repente. Kenma tomó aire de golpe.
—¿Qué? —Temía haberle entendido mal.
—Que quiero besarte —repitió y observó con una diversión un tanto sádica cómo Kenma se volvía de color bermellón.
Pues hazlo, le habría respondido Kenma de haber tenido el valor suficiente, pero en su lugar, lo miró con incredulidad.
—Así... ¿De repente?
—Llevo una semana aguantándome las ganas —aclaró Kuroo—, pero tú llevas mucho más. ¿Hace cuánto?
Kenma se había puesto más rojo aún, si cabía.
—¿Hace cuánto qué?
—Hace cuánto que me quieres a mí.
Sus ojos denotaban seriedad absoluta. No era una pregunta retórica, y aunque Kenma no supiera qué responder, el otro no pretendía dejarlo estar.
Se levantó de los pies de la cama y se acercó. Kenma, por su parte, se incorporó hasta quedar sentado y se fue alejando de Kuroo hasta chocarse contra la pared. Kuroo hizo hundirse más el colchón con su peso y quedó de rodillas frente a Kenma. Una de sus manos fue a parar a la pared, a la altura de su rostro, y el rubio lanzó un quejido de sorpresa cuando la otra mano le tomó del mentón.
—¿Qué haces? —gimió.
Kuroo sonrió, juguetón.
—Dime, ¿hace cuánto? —repitió.
—No lo sé —admitió Kenma y tragó saliva cuando notó que los dedos del otro bajaban por cuello—. Creo que...nunca lo había barajado como opción.
Kuroo se acercó y sus labios apenas se rozaron, pero fue suficiente para hacerlos temblar de emoción. El pecho de Kenma había pasado de moverse de forma acompasada a hacerlo de forma errática.
Tenía los labios rosados, casi femeninos. Kuroo se preguntó por qué no había reparado antes en lo bonita que era su boca. Era su amigo desde el instituto, pero le costaba creer que hubiera estado tan ciego.
—¿Puedo? —le preguntó cuando apenas los separaban unos centímetros, y cuando Kenma le dio luz verde, se abalanzó sobre él con ansia, bebió de su aliento como si lo hiciera por necesidad y lo tomó de la nuca para profundizar el beso. Kenma tardó unos instantes en procesar lo que estaba ocurriendo.
La camisa de Kuroo fue lo primero en caer, y detrás fue todo lo demás. En algún punto de la noche, llegaron a ser ellos mismos los que, envueltos en una ola de desenfreno y éxtasis, terminaron revolcándose por el suelo sin dejar de buscarse el uno al otro.
Y cuando se hubieron probado lo suficiente como para quedar satisfechos, se quedaron dormidos sobre el colchón sin taparse ni poner remedio al desastre que habían causado.
Ya tendrían tiempo de preocuparse por la mañana.
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HAIKYUU - KuuroKen Timeskip Roomates
FanfictionKuuro y Kenma son adultos y viven juntos desde hace tiempo. Estas son anécdotas y situaciones cotidianas de su vida como compañeros de piso.