#6: Escuchar en vez de juzgar

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Curiosamente, en la cocina me encontré a Shuu, apoyado de espaldas en la encimera y, a juzgar por el olor, tomando café.

- Justo a tiempo, ¿calentaste agua para ese café?

- Uso leche, ¿qué haces despierta?

- La misma pregunta podría hacerte yo, pero no tengo tiempo, ¿hay un calentador o una cafetera o algo para hervir agua?

Dando otro sorbo a su taza, señaló el fregadero, donde justo al lado estaba un hervidor de metal muy clásico. Dejé la bolsa en la mesa de madera cercana a los fogones y me puse manos a la obra, siempre observada por el rubio en el otro extremo de la estancia, mientras el agua se iba calentando me dediqué a sacar las medicinas, infusiones y bebidas isotónicas que había comprado.

- ¿Qué es todo eso?- volvió a hablar, ladeando la cabeza.

- Raito no se encuentra bien y salí a por arsenal de emergencia, lo dejé arriba lavándose los dientes- al momento que lo dije, pero sin dejar de preparar las cosas que iba a subir después, fruncí el ceño y lo miré de reojo-. ¿Tú sabías que sufre del estómago?

- Claro, todos lo sabemos.

- ¿Y me puedes explicar por qué Reiji no tiene eso en cuenta? Se supone que algo de la cena le sentó mal, si sabe que uno de sus hermanos puede acabar vomitando y enfermándose debería tener más cuidado con lo que cocina. 

- Según su criterio de chef- rodó los ojos- hay comidas que no se pueden alterar, que es culpa de Raito por no preguntar.

Puse tan mala cara que, para cuando quise darme cuenta, el hervidor ya estaba silbando y echando vapor por la boquilla negra. 

- Mañana pienso hablarle sobre esto- sentencié, echando el agua hirviendo en una taza que acababa de coger y metiendo la bolsita de té en su interior.

- No te gastes, no vas a cambiar nada.

- Me la suda, su hermano está en su habitación muerto de dolor mientras él duerme tan ricamente, y tú también podrías al menos preguntarme si puedes ayudar en algo, no sé, ¡es tu familia!

- Fue el propio Raito quien dijo que no quería nuestra ayuda, ¿pretendes que lo ignore?

- Si se trata de salud como si tienes que romper una puta promesa, y eso se lo voy a preguntar ahora a ver por qué decide pasarla mal.

Sin darle tiempo a decir más nada, agarré la taza de té, una botella isotónica y dos pastillas distintas para irme de allí. Procuré calmarme a medida que subía y me acercaba a la habitación del pelirrojo, las cosas en esa casa me tenían con los nervios a flor de piel pero si quería comprenderlas y ayudar en lo que me dejaran tenía que serenarme primero.

- Mejor al otro lado- dije nada más cerrar la puerta del cuarto a mis espaldas, él ya estaba echado en la cama sobre su costado derecho, encogido sobre sí mismo-, en esa postura te presionas los órganos, para aliviarte es preferible que te eches sobre el costado izquierdo.

- ¿Qué es todo eso?- repitió la pregunta de Shuu nada más girarse.

- Armas para combatir el malestar estomacal- sonreí, apoyando todo en la mesita que tenía a unos dos metros de los pies de la cama-. ¿Cómo te encuentras?

- Algo mejor, pero mareado. Ya te puedes ir.

Puse los brazos en jarras, me acerqué a él y, sin que se lo esperara, lo golpeé en la frente con un chasquido de dedos.

- Hasta que tú no vuelvas a ponerme esa sonrisa felina y me hagas chistes de doble sentido no me pienso mover de tu lado, ¿así o más claro?

- Pero...

A cuentagotas (Diabolik Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora