#20: Quien avisa no es traidor

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Agosto entró lúgubre, gris y monótono, el incidente del cazador de vampiros había sido la guinda del pastel en la casa, todo había pasado a ser mortecino y hasta las velas parecían brillar menos. Si ya el ambiente estaba tenso semanas antes, después de lo acontecido apenas se podía respirar allí, ni siquiera la marcha de los Mukami ayudó a aligerar las cosas como había dado por hecho desde un principio.

Y las cosas entre Kai y yo, o mejor dicho entre todos y yo, estaban peor que nunca.

Ella llevaba todo ese tiempo sin dirigirme la palabra, me daba márgenes de cinco minutos o menos para hablarle y seguía ignorándome, pero después del fatídico comentario por mi parte... A una columna le hacía más caso que a mí, literalmente había decidido que yo no existía y ya había llegado al punto de que daba igual si me acercaba llorando de rodillas suplicando perdón, yo era muy consciente de que haber soltado que Caesar había muerto en vano al querer protegerme había sido una metida de pata estelar, la última de hecho, ya que lo único que Kai me dijo antes de su voto de silencio fue: "strike 3".

Si no me perdonaba nunca lo entendía, pero mi sentido común y mi orgullo se seguían peleando al punto de no permitirme ser honesto: por primera vez en mi vida, realmente estaba arrepentido de mis decisiones, siguiendo mi línea habitual en busca de la perfección me había topado con el muro más grande hasta la fecha, el cual tenía nombre, apellido y una mirada de hielo que solo buscaba matarme de la forma más dolorosa posible.

Cada vez que pretendía decir algo, o al menos hacer un acto de buena fe, el orgullo del que tanto presumía me echaba hacia atrás y otra vez me quedaba en ese dichoso limbo, el sentido común que había aflorado como nunca desde que había conocido a Kai me estaba ahorcando día tras día para que dejase de estar tan a la defensiva, pero ella me hacía sentir tanta debilidad... Sabía que conocía cosas de mí que no quería mostrarle a nadie, tenía fichados algunos de mis puntos débiles y sabía por dónde atacarme, y el estúpido miedo de que lo usase en mi contra en algún momento provocaba todo lo demás en cadena, así habíamos acabado.

En lo que a mis cinco hermanos respectaba, la línea era muy similar, me ignoraban a menos que fuese algo de suma importancia y me dedicaban malas miradas, mucho más ponzoñosas que antes de la llegada de la fémina, cada vez que nos cruzábamos por la casa. Ya no comíamos juntos, yo servía la mesa y todos los demás solo bajaban cuando sabían que yo ya había terminado, y si osaba pasarme por ahí automáticamente dejaban de comer para marcharse.

Par de días después del ataque del cazador y de la muerte de Caesar, la puerta sonó rompiendo el silencio espectral de la casa, y para cuando llegué al vestíbulo Kai ya estaba ahí, con la puerta principal cerrándose tras ella y acompañada de cuatro personas que no esperé ver nunca juntas.

Y todas me miraron sin ocultar un solo gramo de odio.

- Ni se molesten, damas y caballeros- suspiró la de cabellos azules, por supuesto sin mirarme y sin detenerse en dirección a las escaleras-. Tenemos asuntos más importantes que atender.

- Te lo advertimos, principito- escupió Logan ignorando a su amiga-. La has tratado como la mierda, has hecho que se enfade prácticamente todos los días y ahora lo de Caesar, ¿cuál es tu puto problema?

- Kai hizo de todo para estar bien contigo y no la has ayudado en nada, no te mereces a nadie en tu vida y menos alguien como ella- saltó su hermana, sin duda Ava también estaba controlándose a muy duras penas.

- Puede que no lo entiendas porque no sabes lo que es querer ni ser querido- atacó ahora Shura, con su acento ruso más marcado de lo normal debido al enojo-, pero perder de esta forma a Caesar ha sido ya lo bastante duro como para que encima tú le digas que fue para nada.

A cuentagotas (Diabolik Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora