#13: ¿Aún quieres seguir?

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- Dos semanas ya desde que llegué a la casa, ¿eh?- me sorprendí al ver la fecha en mi móvil para confirmar la duda-. Teniendo en cuenta que se me retrasó en Tokashiki debo de estar cerca de la ovulación, si todo va bien estaré libre de nuevo para el baile. ¿Por qué la pregunta, a todo esto?

- Porque no creo que sea algo agradable para ti estar en esos días en un evento así.

¿Y a este qué mosca le había picado?

- Pues no, la verdad, no creí que pensases en eso. 

- Lo digo por esto que nos acaba de llegar- resopló sacando el contenido de esa gran caja plana apoyada en su cama... Y enseguida puse cara de asco al ver el corsé negro con escote de corazón y detalles violetas.

- Y una mierda me pongo yo esa cosa, nunca me deja respirar.

- Si te lo ponen bien no debería pasar eso.

- El problema es mi padre, que siempre exige que me lo ajusten hasta el límite para que hable lo mínimo, así se evita que lo avergüence delante de sus amiguitos del alma.

- ¿Pruebo a ponértelo yo?

- Me estás asustando, ¿qué te pasa?

Frunció el ceño.

- Te ignoro, te molesta, me preocupo, te molesta, ¿a ti quién te entiende?

- ¿Tengo que recordarte que hace un par de días casi hago que Caesar se te eche encima? Desde que llegó ayer el sastre para tomarnos las medidas a los dos has estado sospechosamente complaciente, sin meterte conmigo mínimo dos veces al día no eres tú. 

- ¿No puedo recapacitar sobre mis acciones acaso? Como si después de la reunión volvemos a querer matarnos, pero me propuse un reto personal que quiero mantener mínimo hasta ese día. 

No sonaba a mentira, realmente parecía serio al respecto. Fuese lo que fuese ese reto autoimpuesto, si de verdad pretendía estar varios días en paz conmigo yo mantendría la guardia baja, a ver hasta dónde llegábamos con esa repentina tregua. Después de todo, el tira y afloja que teníamos siempre me terminaba cansando.

- Bueno, pues si quieres empezar por un acto amable...- me rendí, sacándome la camiseta y echándola sobre las almohadas de la cama, cogiendo después el corsé para ponérmelo alrededor del torso, sintiendo enseguida un nudo en el estómago al recordar mis malas experiencias previas con esas cosas-. ¿Sabes ajustarlo?

- No es un mecanismo complejo, sabré apañármelas- fue su confirmación en cuanto le di la espalda, agarrando mi pelo para dejarlo caído hacia delante-. Tienes que sacarte el...

- Lo sé, pero tú agarra primero los hilos, cuando lo tengas afianzado me lo quito.

Al no recibir respuesta, y tampoco notar ningún tirón del corsé, lo miré por encima del hombro: estaba distraído con mi espalda, paseaba sin pudor la mirada por mi piel llena de cicatrices, como si quisiera analizar cada una de ellas con detenimiento. Sin poderlo evitar, sonreí mientras afianzaba la prenda sobre mi pecho y volví a mirar hacia el frente.

- Después de comprobar si puedo soportar esta cosa del demonio ajustada por ti, te dejo jugar a las adivinanzas con ellas.

- ¿Cómo?- eso lo sacó del trance.

- Se te nota, Reiji, no puedes evitar ver mis cicatrices con admiración. Obviamente no creo que llegue a tu nivel, pero también soy algo sádica y sé apreciar la belleza que tienen ciertas pieles marcadas así, somos enfermos para quien las ve como pruebas de algo espantoso del pasado. Después puedes jugar a averiguar con qué se hizo cada una, no serías el primero.

A cuentagotas (Diabolik Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora