#14: El bello arte de la hipocresía

33 0 2
                                    

Tragué saliva en seco en un inútil intento de sacarme el nudo de la garganta, en parte provocado por la calma tan familiar con la que Kou estaba relatando el origen de las cicatrices en su espalda y el por qué su ojo derecho era artificial. Algo en mi subconsciente se estaba burlando de mi reacción, al fin y al cabo yo también contaba las historias de mis heridas con toda la pasividad del mundo, y terminé concluyendo que me afectaba por saber demasiado bien cómo se sentía el rubio en esos momentos. A mi lado, Yuma frotó mi muslo al darse cuenta de mi estado, sin dejar de acariciar el lomo de Caesar quien tenía la cabeza apoyada en mi regazo, los cuatro sentados en el suelo de la habitación del rubio.

- No eras más que un crío...- murmuré, sintiendo mi sangre hervir de solo imaginarme las asquerosas sonrisas de satisfacción de quienes habían dejado cicatrices físicas y mentales en mi amigo. 

- Eran otros tiempos, antes era mucho más normal obtener dinero con cosas así- añadió el castaño incapaz de disimular el odio en su voz-. Kou era tan bonito que no daba a basto con las solicitudes, muchas veces se marchaba con heridas aún abiertas y algunas hasta infectadas, de verdad no sé cómo conseguimos sobrevivir siendo todavía niños humanos. El incendio que me dejó amnésico, Azusa con sus heridas y su fragilidad, Ruki con la paliza después de nuestro fracaso al escapar... Realmente le debemos la vida a esa persona.

- Me voy a ahorrar el comentario al respecto- fruncí el ceño. 

- Tampoco nos entusiasma, Kai-Chan, saber que le debemos algo tan grande es lo que nos molesta después de lo que pasó con ya sabes quién, ahora es más una sombra que nuestro padre adoptivo. 

- Es un monstruo, no tiene más- tajé-. Tuvo cinco hijos con dos de sus esposas como si fuesen animales de cría, se casó con una tercera para engendrar el sexto a modo de experimento y durante toda su vida los usó como cobayas, a vosotros cuatro os adoptó para un plan que sabía que no podríais cumplir y ahora nos tiene a Reiji y a mí en la mira para que toda la alta sociedad vampírica conozca nuestra situación, como la caguemos en el baile en una mínima cosa a saber lo que será capaz de hacernos como castigo.

- Pero eso me parece ridículo- refunfuñó Yuma-. Si por lo que nos dijiste solo os juntaron porque vuestro ADN empata para dar una descendencia pura, ¿por qué os obligan a ir a esa fiesta si no influye en nada?

- Oh, sí que influye, Reiji sigue siendo el segundo heredero directo de Karlheinz y los rumores vuelan, básicamente tenemos que ir de carnada a una bandada de buitres que solo quieren chismosear y acribillarnos a preguntas, nuestro papel es el de una pareja joven felizmente casada que planea tener hijos en un futuro no muy lejano, en cuanto esa imagen se quede grabada en los invitados habremos cumplido nuestra misión social.

- Me sigue pareciendo una estupidez.

- Lo es, querido amigo, lo es- rodé los ojos.

- Ahora te toca, Kai-Chan- la sonrisa ladina de Kou rompió por completo la seriedad del momento-. Te escabulliste porque preguntaste por mis cicatrices, pero tienes que explicarnos de una vez qué pasó ayer con eso- señaló mi cuello, con la marca casi desaparecida. Tendría que reprocharle eso al pelinegro, si hubiese lamido los agujeros después de morderme se habrían cerrado al instante, pero decidió burlarse dejando que se cicatrizaran a mi ritmo.

Es decir, excesivamente lento para un vampiro y encima purasangre. 

- Simple, Reiji me tocó los huevos y yo se los toqué a él- me hundí de hombros. Al ver sus caras y cómo me observaban en silencio, me apresuré a seguir-. ¡No literalmente! A ver, voy desde el principio- me froté la cara con la mano que no acariciaba a Caesar-. Ayer nos llegó una caja de ropa con un corsé, dije que odiaba esas cosas porque mi padre siempre exige que me escachen los huesos y Reiji se ofreció a intentarlo, sorprendentemente le cogió el punto exacto de presión así que para el baile ya decidimos que me lo pondrá él. Fue inevitable que se fijara en las cicatrices de mi espalda, le propuse jugar a adivinar con qué se había hecho cada una cuando acabáramos con el corsé... Y digamos que le pareció gracioso finalizar el juego adivinando uno de mis puntos débiles.

A cuentagotas (Diabolik Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora