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Sunghoon caminaba rápidamente por los pasillos ya que llegaba tarde a su entrenamiento, por suerte todo se encontraba vacío ya que se habían acabado las clases.
Estaba intentando no correr ya que sino su pelo se estropearía y su frente se llenaría de sudor, y no quería eso.
Prefería llegar tarde y presentable, a temprano y hecho un desastre.
Todo estaba en silencio, no había nada que pudiera hacer algún tipo de sonido.
Hasta que escuchó un ahogado llanto y su ceño se frunció.
Intentando averiguar de dónde venía se guió por su oído, el llanto procediendo de su aula habitual.
Con pasos silenciosos y acciones delicadas abrió la puerta y se encontró a alguien en el fondo.
Intentando averiguar de quién se trataba se fue acercando, hasta que vio las características facciones y mariposas de papel de la chica.
Corrió hacia ella y se agachó a su altura.
- ¿Sunhee qué pasa? - preguntó preocupado.
Ella no podía parar de llorar y su respiración iba cada vez más agitada, no era capaz de respirar.
Su corazón latía cada vez más y más rápido.
Con temblorosas manos señaló su mochila y Sunghoon supuso que necesitaba algún tipo de relajante.
El coreano buscó en los pequeños bolsillos y se encontró un ansiolítico, corrió de nuevo hacia la chica para ponerle el difusor en la boca.
Tras dos profundas inhalaciones la chica pareció relajarse un poco, pero Sunghoon seguía tenso.
Sunhee escondió su cara entre sus manos, odiandose porque el chico le había visto en ese estado e iba a preguntarse el por qué de todo.
Y en efecto, el chico quería, necesitaba, respuestas.
- Esto sólo lo saben Minhee, Hyeonjun y mi familia - comenzó ella hablando con voz temblorosa y frágil.
Sunghoon observaba en silencio, posando una de sus manos en la cabeza de la chica.
- No tienes por qué soltarlo Sunhee - habló él.
- Pero necesitas saberlo - le cortó mientras sacaba la cabeza de sus manos.
Sus ojos se encontraban rojos al igual que sus mejillas y nariz, las lágrimas habían dejado un visible rastro en su rostro.
Media hora más tarde y Sunghoon estaba derramando lágrimas, una tras otra, no era capaz de parar.