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Jake, por tercera vez, se encontraba frente la casa de la chica que mantenía su corazón latiendo más rápido de lo habitual.
No iban a ir a ningún lado, la chica le había citado en su casa, pero aún así el australiano tenía los nervios a flor de piel.
Unos segundos más tarde tras tocar el timbre, la madre de Sunhee hizo su presencia.
- Oh Jake, pasa - una sonrisa decoró los labios de la señora al ver al chico.
Él hizo varias reverencias mientras entraba, sus manos sudaban más que la primera vez que la vio.
El australiano se preguntaba por qué sabía su nombre si en ningún momento se lo había dicho.
- Sun me ha estado contando cosas, - comenzó ella hablando mientras caminaban hacia la habitación de la nombrada - sed felices.
La señora le dio dos palmadas en el hombro y desapareció por el pasillo mientras Jake se preparaba mentalmente para estar horas y horas con la chica que le gustaba, a solas.
Tocó dos veces en la puerta y al segundo Sunhee la abrió con su amplia e inocente sonrisa.
- ¡Jakey! - exclamó mientras rodeaba sus brazos en el cuello del chico y se escondía en su pecho.
Susodicho chico estaba seguro de que la chica podía escuchar sus ajetreados latidos.
Sin pensarlo dos veces atrajo a la chica a su cuerpo con su característica sonrisa en los labios, ambos se separaron unos centímetros y Sunhee dio el paso de unir sus labios en un suave beso.
Jake se encontraba en el paraíso al notar una vez los labios de Sunhee contra los suyos.
Una vez se separaron ella volvió a sonreírle y tiró de su mano para que ambos se sentasen en la cama.
Y ahí fue donde las facciones de la chica cambiaron.
El australiano se preocupó porque pensaba que había hecho algo mal, a lo mejor la chica quería que le pidiera ser su novia y él aún no lo había hecho.
Pero al escuchar sus próximas palabras su mundo se vino abajo.
