Capítulo XIX: ❝Anton, Ivan, Boris și cu mine❞

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Alcina reconocía aquellos arreglos florales, como una preciosa decoración para los pasillos más fríos y poco ambientados, de su preciado castillo. Decoraciones de las cuales unas cuantas sirvientas se hicieron cargo, ni bien llegaron los arreglos en manos de dos de las hermanas Dimitrescu.

Y Bela, Bela solo estaba encantada del hermoso baile, que seguía repitiéndose en forma de bucle, dentro de su rubia cabeza. Dejando de lado los dilemas de Cassandra, y las constantes preguntas de Daniela; Bela se hallaba perdida.

Alcina lo dejó pasar por alto con cierta complicidad, y demostró no tener problema alguno, a su manera. Sabía que Bela era responsable de sus actos, y debería enfrentar las consecuencias de sus insinuaciones y atrevimientos, con aquella jerarca reservada, por sí sola. Eso sí, no negaba a sus adentros, que cualquier cosa que intentase hacer Beneviento en contra de Bela, sería suficiente impulso para considerar empalarla.

Pero no, no necesitaba pensar en eso ahora, mejor era conformarse con la alegría de una de sus tres jóvenes, que había caído ingenua ante los encantos de una depredadora, y cuya alegría seguramente terminaría en una catástrofe de perdiciones enigmáticas e ilusorias. No, Alcina lo dejaría pasar por alto, esa vez.

Por eso días después, mandó preparar el carruaje, y se encargó ella misma nuevamente, de supervisar la vestimenta de Bela.

─No, eso no─.

─Oh, madre, ¡¿no te gusta cómo me queda?!─.

─Querida, si fuera por mi podrías vestir con una caja de cartón y vagar por los pasillos del castillo, si no estuviesen las sirvientas presentes, obviamente, pero irás a ver a Lady Beneviento, la cuarta jerarca, así que toma un atuendo menos sugerente. Mis hijas no son señoritas indecentes─.

─¿Qué tal este?─.

─¿Vestirás de blanco?, ¿acaso ya piensas desposar a esa mujer?─.

─Solo es una amiga, madre. Y no tiene nada de malo que use algo blanco, ¿no dices que debería jugar con los colores al momento de elegir mi vestimenta?─.

─Sí, digo eso, pero no pretendas ir con un vestido morado como si fueses un racimo de remolachas andante, Bela─.

─¿Y este qué tal me queda?─.

─El color amarillo no le queda bien a nadie─.

─¿Y este?─.

─¿Verde?, ¿enserio Bela?, ¿te vas a tirar al suelo en ese jardín a camuflarte con el pasto y la hierba seca?─.

─¡¿Y este qué?!─.

─Bueno... podría quedarte bien─.

─¿Me lo pruebo?─.

─Adelante. Un balance entre el blanco y el negro podría sentar con tu personalidad─.

─¿Qué insinúas?, madre─.

─Hum, nada. Ahora muéstrame como te queda. Terminarás siendo impuntual a fin de cuentas─.

─Tardaría menos si no insistieras en que el escote de mi vestido ya no es adecuado, cuando llevo usándolo desde hace años─.

─Un cambio te sentará bien. ¿Terminaste?─.

─Sí, madre─.

─Bien, muéstrate─.

Finalmente, una joven de cabellos rubios y movimientos tímidos, se asomó detrás de un biombo de madera.

Un vestido blanco y de encaje, con un escote poco sugerente y bordado con hilos grises y blancos; mangas que iban desde los hombros hasta las muñecas, un poco más holgadas para resaltar la comodidad de la prenda. Prenda que terminaba en color blanco hasta las rodillas, y luego continuaba en una tela bordada y color negra casi transparente, hasta los tobillos.

Dansuri Macabre • 〚 ᴮᵉˡᵃᵈᵒⁿⁿᵃ 〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora