Capítulo XV: ❝Un duș❞

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La cómoda espalda de Bela, se remojaba en aquella sustancia tibia y rojiza, de sabor símil al hierro o al óxido. Suspiraba mientras su cuerpo desnudo sentía las cálidas temperaturas, ahora relajada y buscando dejar todas sus preocupaciones, en aquel baño.

Veía las esculturas de mármol acompañándole por fuera de la gran tina, mientras un disco de vinilo que ella misma había traído, junto al aparato adecuado, resonaba en forma de sinfonías de violines en celebración. Bela suspiraba e intentaba hacer burbujas con su boca, en aquella sustancia.

Odiaba pensar en los seres extremistas llamados "campesinos", con los que debía lidiar en sus cacerías. Odiaba pensar en las numerosas tareas que le eran impuestas, y a las que no podía rehusarse, puesto que su condición física se hallaba "mejor".

Odiaba pensar en cosas que odiaba, así que trató de relajarse completamente; reposando la nuca con suavidad, en los bordes de la tina, y sumergiéndose cada vez más en el líquido que se hallaba en esta; suspirando de alivio. Pensaría en cosas que amaba.

Las gardenias; amaba las gardenias. Flores tan hermosas que le provocaban felicidad, con solo verlas. Seres vegetales tan curiosos, que solo por su estampa atractiva y aromática, eran atractivas para el ojo mortal.

Amaba también cocinar. Los postres que ella había hecho en la cocina, junto a su hermana Daniela, y que hace un día se había animado a hacer con Cassandra, para pasar tiempo perdido con ella, le alegraban algo en el pecho. Un pequeño hueco con calor concentrado, y aparentes latidos, que insinuaban guardar algo de vital existencia allí.

Pensaba en la crema de varios de aquellos pasteles hechos el día anterior. En el relleno frío y empalagoso. En el coco rayado que decoraba algunos de aquellos postres. En el azúcar de ciertas sustancias grumosas y exquisitas, que acariciaban la masa de algunos pasteles, como decoración.

El glaseado de vainilla bordeando algunas delicias. Las cerezas decorando en la punta. El caramelo derretido vertido en algunos postres. La esponjosidad de algún bizcochuelo. Sí, todo eso lo adoraba. Y pensando en sabores y postres, pensó en como cierta mujer importante en su vida, había adulado sus preparaciones.

Antes pensar en flores, le traían los recuerdos de esa mujer. Pensar en postres, le hacía pensar en Beneviento ahora. Encantador y, curioso a la vez, pensaba Bela.

Se hundió un poco más en aquella roja sustancia, y suspiró relajada. De vez en cuando pasaba sus manos por los bordes curvos de su cuerpo, sintiendo que todo estaba en su lugar. Sus caderas medianas aún intactas; sus brazos largos moviéndose con suavidad por su cuerpo; su busto algo generoso en una tibia temperatura, tal cual la zona de los pies y rodillas, o codos y hombros, se encontraban.

Pero, en su abdomen sentía una sensación extraña, era como si... ¿moscas podría decirse?; revolotearan en su interior. Lo que sería su estómago, moviéndose de forma incómoda dentro suyo.

Pensaba en el motivo de dicha sensación. Era como si algo nuevo sintiese, y cuando menos lo notó, había calor en sus mejillas ahora rojas, y una de sus manos ahora posaba sobre su pecho; más exactamente en dónde sentía un persistente palpitar.

Suspiró y volvió a ordenar sus pensamientos. Cuando menos lo recordó, nuevamente pensaba en gardenias; postres, y la mujer de apellido Beneviento. La dueña de sus pesadillas nocturnas, y la de sus esperanzas diurnas.

Su amiga; quien debía conocer varios de sus secretos dentro de un tiempo, y por quien intentaba pensar en cómo hacerlo. La mujer que había admitido disfrutar verla feliz, y extrañar su compañía dentro de su humilde y cálida casa.

Dansuri Macabre • 〚 ᴮᵉˡᵃᵈᵒⁿⁿᵃ 〛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora