00; prólogo

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"Personas que son como el mar. Llegan, te atraen, te revuelcan, te ahogan, te dejan en la orilla; casi muerto, angustiado y confundido". — Elena Poe.


La pérdida debería ser mayor, la sensación de sentirse desgarrado debería inundarlo, tendría que estar enloquecido por el dolor, paralizado por el miedo y el vacío. Pero aquellos ojos sin vida estaban fijos en aquel ventanal que mostraba el exterior, un pequeño cuadro que contrastaba con lo monocromático de la habitación, y no se podía asegurar si acaso podían ver algo, era la ausencia y la completa calma que lograba, si era posible más surreal la escena. A veces se dice que el caos, los gritos y descontrol es lo más destructivo, pero es justo la calma lo que cala más, la desesperanza, la completa certeza ante la impotencia que simplemente te detiene para observar el desastre y te sume si es posible en un terror aún mayor.

Aquel hombre en la camilla, con el cuello vendado, con señales inequívocas de haber sido parte de un accidente, presentaba aquella misma presencia desolada, fría, distante y sobre todo ausente del mundo y de su propia existencia.

Los ojos grises de Volkov le recorrieron, se posaron en la figura de este de forma incisiva, no sabía exactamente que deseaba observar, quizá dolor, gritos, desesperación, culpa, o regocijo, una mirada de mal disimulada satisfacción, si esperaba incluso falsedad.

Para el hombre pálido que estaba de pie en el umbral del cuarto de recuperación, venía ya con un juicio sobre el contrario, encararlo era necesario si deseaba esclarecer todo en cuanto a lo relacionado a ese incidente, y sólo así quizá comenzar aceptar la pérdida.

Pero la calma casi lo hizo estremecerse, era como contemplar un cuadro de un paisaje helado, sentía el cuerpo entumecerse o quizá eran sus sentimientos, y era increíble, él que se había criado en Rusia, uno de los países más fríos del planeta, estaba habituado a esas sensaciones, pero no habría esperado sentirlo en aquella habitación. El invierno tiende a congelar la vida, desaparecer todo resquicio de calidez, ver aquel hombre le producía lo mismo, era ver como simplemente se mimetiza entre las paredes blancas, casi esperaba ver un halo escapar entre los labios del contrario, la ausencia de movimiento podría haberle hecho creer que realmente no se encontraba vivo, si no era porque podía ver como el torso de este a penas se movía para cumplir con la función básica de respirar, que le negaba aquella posibilidad.

Pero Viktor Volkov no se dejaría impresionar, un paisaje invernal tendía a encandilar, y enamorar, despertaba el instinto de querer ser envuelto por aquella frialdad con la confianza de que podían conservar el calor. Pero solo era una trampa hasta que la frialdad te cala, atraviesa toda protección que creías poseer, y ni siquiera eres consciente que tu vitalidad desaparece. Horacio, era aquella estampa invernal, hermoso pero peligroso.

El de cabellos plateados sabía esto, entendía los peligros, y no se dejaría tentar con aquella belleza mortal, no cometería los mismo errores, no sería como él.

Cuando la decisión estaba tomada, y ser inflexible era la respuesta el hombre decidió moverse, un paso bastó para que aquellos ojos inexpresivos se moviesen con calma hasta donde él se encontraba, fue cuando su mirada se conectó con la contraria. Y sintió como una ráfaga invernal en el rostro, casi se estremecía por lo mismo. Aún asi se mantuvo impasible, o fue ver la completa ausencia de motivación en aquellos extraños ojos bicolor, como si aquel hombre aún no hubiese comprendido que estaba vivo, que él había sobrevivido. El silencio los envolvió, y el tiempo pareció detenerse, o quizá la vida transcurría, pero en esa habitación parecía ser ignorada, olvidada.

Si no fuera porque una enfermera ingresó con una bandeja de medicamentos no sabrían cuánto tiempo habrían estado mirándose, al instante que se rompió la conexión, la mirada vacía regresó a la ventana, y Viktor se reprendió a sí mismo por estar casi seguro de que en algo en él se despertó, quizá la curiosidad de saber por que aquel parecía como una cáscara vacía.

Pero no se dejaría engañar, se lo debía a él, a Conway, no dejaría que su muerte quede impune. 

LOST ON YOU | VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora