13; D E C I S I Ó N

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"Nadie merece salvarte sino tú mismo y, mereces salvarte. No es una guerra fácil de ganar pero, si algo merece la pena ganar, es esto"

— Luciérnagas en frascos by Mercedes Romero

Aquella mañana el día comenzaba como cualquier otro, podía sentir la ciudad despertando a medida que el día iba aclarando, era así cómo era la vida, no se detiene, incluso si no existe fuerzas para levantarse, no hay empatía, porque un nuevo día vuelve a empezar, porque la luz llega incluso cuando deseas aferrarte a la oscuridad. Puedes aceptarlo y moverte, o simplemente ser olvidado, porque el tiempo sigue incluso si no estás dispuesto a aceptarlo, nada es estático, todo sigue en movimiento, contigo o sin tí.

Horacio entendía ello, porque cuando al fin despertó, deseó esconderse, deseó que la nada siguiera envolviendolo, pero sabía que a menos que él mismo se pusiera en peligro no podría regresar a esta, su mirada recorrió aquel recipiente con las pastillas, era tan fácil extender la mano y rendirse, sintió como la respiración volvía hacerse errática sus labios se separaron a medida que los jadeos comenzaron a obligarlo a buscar algo que lo calmara, su mano tomó con fuerza aquel recipiente de pastillas, destapó esta con mano temblorosa y las pastillas se desparramaron sobre las sábanas, sus manos comenzaron a temblar tan fuerte que se abrazó a sí mismo mientras sentía como la vista se le nublaba, los sollozos comenzaron a salir desde el fondo de su propio ser, eran tan fuertes que sacudieron su cuerpo, necesita sostenerse de alguien pero ante la ausencia de todo en quien alguna vez confió solo siguió abrazando su propia figura, mientras, unos rayos del sol atravesaban ahí donde las espesas cortinas no se había cerrado por completo. 

Cuando la calma llegó, el cual era quizá porque no había más fuerza, porque incluso la garganta estaba desgarrada, la vista bicolor seguía mirando aquellas pastillas sobre las sábanas, estiró la mano, los esbeltos dedos se deslizaron sobre la suave tela hasta que llegaron al grupo de pastillas, la mano hizo un puño sobre estas, las apretó con tanto que sintió como estas se clavaban en la palma, retrajo el brazo, y se llevó la mano a la boca, el rostro húmedo por las lágrimas hizo que estas poco a poco se fueron derritiendo el recubierto de estas mientras los labios temblorosos indecisos no se separaron.

¿Ese era el final, eso era todo, era lo que quedaba?

Horacio cerró los ojos, la razón de escoger aquello eran innumerables, cada golpe en su vida, cada decepción, incluso el deseo de querer salir, de ser mejor, de intentar cambiar pero también recordó lo desgastante que era, la mano temblaba contra los labios, existía tanto que lo atormentaba, tanto que su corazón era un agujero, tanto que su mente estaba cansada, tanto que los motivos por luchar eran... insignificantes, pero ¿Por qué no abrió los labios? Quizá era porque si aquello dolía era porque le importaba, porque en ese momento sentía enojo mientras su cuerpo era sacudido en lágrimas, porque era injusto, era tan cansado entregar todo y recibir solo rechazos, era tan agotador desear encontrar su propio brillo cuando otros solo te usan como un adorno. Horacio sintió que incluso si sus esfuerzos eran descartados alguien debía apreciarlos. Quizá él mismo. 

Su cuerpo estaba tan agotado de llorar que esta vez cuando llegó esta nueva ola de tristeza, simplemente las lágrimas escurren por su rostro.

La falta de energía olo inmoviliza, la falta de llanto, deja el lugar en silencio, comienza a respirar suavemente, y en aquella quietud es más fácil ser consciente de sí mismo, de cómo incluso cuando su mente divaga en llegar al final su cuerpo aún se esfuerza en respirar, aún cuando minutos antes parecía ahogarse, la mano libre rapta sobre sí mismo y lo coloca sobre su corazón, siente aquel golpeteo , que le asegura incluso si él se ha rendido, hay partes en él que no lo han hecho, y es cuando al fin coloca aquella mano que sostiene aún las pastillas sobre su vientre.

LOST ON YOU | VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora