03, R E L A C I Ó N

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"-No puedes saber lo que vale alguien hasta que no le das una oportunidad.".

— Katherine Marsh, Un lugar en el mundo.

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¿Por qué se encontraba nuevamente ahí?

Era una pregunta que se cuestionaba a sí mismo Volkov, aun cuando su primer instinto cuando le fue asignada aquella tediosa tarea fue tomar distancia del que era el viudo de su maestro, tratar de vivir con el más mínimo contacto, volviendo su relación lo más protocolar posible. Pero en contra de su propias proyecciones, se encontraba sentado en uno de los sillones en aquel apartamento de Horacio.

La falta de confianza en el de cresta era la más adecuada razón o excusa. Volkov era desconfiado y frío con las personas que le rodeaban, le gustaba la distancia porque de esa manera parecía más fácil analizar la situaciones, sentía rechazo por cualquier acción movida solo por la emoción, estaba orgulloso de llamarse un hombre racional, correcto en su trato, y muy frío ante situaciones de crisis, aquel temple lo hacía perfecto para aquella rama en la que trabajaba, de esa manera podía evaluar con perspicacia los sistemas de seguridad.

Por tanto estando por suceder un evento como la supuesta entrevista con la persona que afirmaba llevar el heredero del ex socio de la empresa de Volkov, este pensaba que era adecuado y más que necesario estar ahí vigilando al contrario, pero quien mirase a Horacio podría haber adivinado que quizá solo era suficiente tener a dos guardas en la puerta y a uno más dentro vigilando los movimientos de este. Pero Volkov, comenzaba a sentir la extraña necesidad de controlar o hacerse cargo personalmente de cuanto se refería al otro, aquel inspiraba una extraña atracción, que este no repetía que solo era precaución de más.

Horacio por su parte volvió asumir aquella actitud indiferente ante el contrario, aunque esto era imposible cuando el contrario era una figura de 2 metros sentado con los hombros rígidos, frente a él, a veces sentía el peso de su mirada, pero nunca se la devolvió, sabía que él podía dominarlo, aunque no quisiera, el contrario era un líder innato, estaba acostumbrado ingresar a un lugar y sentir las miradas sobre él, pero era él que con la suya podía dominar a los otros. Existía personas que con su solo andar y como alzaban la cabeza derrochaban seguridad, Horacio deseó en un momento ser así, pero su cabeza se había inclinado más veces de las que deseaba recordar, incluso había olvidado cómo era vivir con el rostro levantado por un tiempo, hasta que lo conoció a Conway. Él le había enseñado y dado la confianza de volver a enderezar su espalda, de no inclinar su barbilla, de hacer buen uso de aquellos ojos y convertir aquellas miradas temerosas, en seducción. Aquella fantasía había sido tan bien alimentada que un momento él se lo había creído, había caminado así cuando era sostenido por su brazo, pero ahora... la realidad lo había golpeado y otra vez sentía aquella pesada carga que le hacía tan difícil volver a levantar la mirada como antes.

Cuando aquellos fríos ojos grises miraban al joven, este se preguntaba ¿Qué miraba en él? ¿Acaso no lucía ya lo suficientemente patético como para que lo dejara en paz? ¿Realmente creía que él le daría pelea? Porque él conocía la imagen que el espejo reflejaba, un cuerpo esbelto, que ahora poco a poco mostraba ser más delgado haciendo de sus extremidades un poco más huesudas en muñecas, hombros y clavículas, logrando a su vez que sus rasgos faciales sean más afilados, destacando sus pómulos y mandíbula. El médico le dijo que debía comer más, pero la falta de apetito era una batalla diaria a la que se enfrentaba, prácticamente se obligaba a comer cada día solo por su estado. Lo irónico fue que cuando por casualidad se había cruzado con algunos conocidos estos había elogiado lo bien que se veía, como si su apariencia exótica se incrementase, ellos habían dicho que ahora incluso parecía a esos modelos de alta costura, alto, esbelto, de rasgos fuertes y mirada penetrante. Él había sonreído, bromeado con volverse modelo, cuando en su interior solo existía aquella lucha de saber que se sentía en la completa mierda por que esa belleza tan alabada solo era producto del insomnio, de la ausencia de motivación de dar un bocado, incluso si era para que esa vida que creía en él. Se había despedido, sintiendo aún más culpa que antes, una que le decía que no era capaz ni de ser capaz de cuidarse.

LOST ON YOU | VolkacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora