Capítulo 16 - Familia Mancini.

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Mellea.

Desde que era pequeña, recuerdo la frialdad de papá con las personas. La diferencia con nosotras, sus hijas, es que nos trataba con más delicadeza cuando mamá aún vivía. Todo se fue al infierno cuando la mataron y, sobre todo, cuando empezaron a reducir a los hombres de esta familia.

No me sorprende que papá dude de mí en este negocio. Siempre me reprendió por hacer cosas "de hombres", como cuando yo quería ver lo que hacían mis difuntos primos, que estaban próximos al poder. No porque quisiera estar en su lugar, sino porque era una niña rebelde, ansiosa y curiosa.

Las durezas de Lorenzo hacia mí cambiaron aún más cuando se enteró de que me volvería Don. Nadie lo había visto de ese modo hasta que nuestras opciones se redujeron. Desde entonces, se volvió más distante y antipático. Ya lo aborrecía de alguna forma, porque yo lo culpaba de la muerte de mamá. A eso se sumaron los castigos que me daba para mantenerme a raya, que eran muy crueles para una niña de mi edad.

Recuerdo cómo mi madre nos inculcó con creces el que respetáramos a nuestra familia, sobre todo a nuestros padres.

Lastimosamente, no puedo respetar al hombre que contribuyó a darme la vida. Quitarme de la cabeza cómo mi padre se expresaba de mí con mi hermana es casi imposible. Me toma como si yo fuese una cualquiera que solo piensa con la calentura, pero estoy segura de que otra cosa sería si yo fuese hombre.

Así que ignoro al señor Lorenzo cuando nos espera en la entrada del castillo por nuestra llegada. Él no dice nada, sin embargo, sus gestos de desaprobación me dan a entender que no le parece mi actitud.

Tío Carlo me espera con el informe de lo que ha hecho en mi trabajo por la apuesta perdida.

—Los clubes están llenos de anfetamina y coca —dice con una sonrisa de satisfacción—. Elián ya me avisó que Suecia y Dinamarca están por pedir más de tres toneladas en las próximas semanas. Les abrió el apetito con los kilos que les regalaste.

—Eso era lo que esperaba —le sonrío a Tío—. Necesitamos inundar más países. Eso nos abre rutas y nos lleva a más dinero.

—No podemos movernos mucho más al norte, ni a los lados. La mafia rusa arrasa con la cuarta parte de Europa y parte del continente asiático, y los Cicchi tienen infestada la otra parte, además de la mitad de Australia y partes de América del Norte.

—Podemos empezar con países pequeños en África. La mayoría no toma importancia a estos por el consumo mínimo, pero, cuando empiezas a ver el negocio, todo cuenta —pienso en voz alta—. Voy a ser precavida, tío. Por el momento, vamos bien. Déjame pensar cómo implantar lo demás.

—Necesitamos paciencia, Lea. Todo va yendo estupendo y recuerda que no podemos actuar precipitadamente.

—Tienes razón. Esperaremos. Me alegra que todo haya salido bien. Mis negocios van de maravilla y te tendré que agradecer por estas semanas de vacaciones. Nadie mejor que tú para encargarse.

—Aprovéchalas —me sonríe—, porque será la última vez que apueste algo así contra ti.

Río junto a él mientras se despide para seguir con sus deberes. Me da un beso en la sien.

Acompaño a mi hermana para el almuerzo y nos sentamos en el jardín, solas. Mi padre tiene mucho trabajo y el tío también. Alessa, una vez que acabe, irá a hacer su trabajo.

—¿Qué les pareció la sorpresa? —le pregunto a mi hermana, que está notoriamente radiante.

—Fantástica, Lea —ella sonríe mientras se toca el dedo como si tuviera su anillo—. Estoy bastante feliz, a decir verdad.

Linaje LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora