Capítulo 39 - Final inminente.

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Mellea.

Me quedo parada frente a la puerta, mi mirada fija en ella. Intuitivamente, mi mano se desliza hasta mi Glock, considerando la posibilidad de entrar, pero rápidamente descarto esa idea.

No le daré el gusto. Si Lorenzo cree que voy a permitir por un solo instante que haga algo así con Alessa, está gravemente equivocado. No lo permitiré.

Con determinación, me alejo de la oficina, tratando de poner la mayor distancia posible entre Lorenzo y yo. Necesito hablar con Alessa, es imperativo.

Mis pasos se apresuran a medida que el teléfono suena, la llamada de Bonnie interrumpiendo mis pensamientos.

—¿Qué pasa, Bonnie? Ahora no puedo... —comienzo a decir, pero su tono de voz inusualmente serio me detiene.

—Lea, necesitamos que vengas —me dice, su tono transmitiendo una urgencia que nunca antes había escuchado en ella.

—Bonnie, no... —intento objetar, pero ella insiste.

—Es urgente, de verdad, sabes que no te lo pediría si no fuera necesario.

De repente, mi radar interno se dispara, llenándome de alerta.

—Te enviaré la ubicación —estoy a punto de responder cuando la llamada se corta abruptamente.

En cuestión de segundos, recibo la ubicación de una de las bodegas cerca de San Giorgio, a tan solo 20 minutos de distancia. Me giro hacia el pasillo que conduce a la habitación de Alessa, decidida a hacer esto rápidamente y luego regresar para hablar con ella.

Si Alessa quiere irse con Flavio, la ayudaré a lograrlo, pero primero debo atender esta urgencia.

No veo a ninguno de los Soldatos por aquí, así que tomo las llaves de uno de mis autos y subo a él, sola con mi teléfono y mi Glock, listas para lo que sea que me espere en la bodega.

Conduzco intentando mantener la calma, pero mis nervios me traicionan. Una sensación de inquietud se apodera de mí, aunque prefiero apartar esos pensamientos de mi mente y enciendo la radio para distraerme mientras avanzo por la carretera.

Finalmente llego a la bodega y decido estacionarme en la parte trasera, donde diviso una de las camionetas del castillo. Echando un vistazo a mi alrededor, no detecto nada fuera de lo común. Me acerco a la puerta, la empujo y cede sin dificultad.

Al adentrarme, me encuentro con la bodega vacía, hasta que de repente aparecen Bonnie y Oliver con expresiones graves en sus rostros. Mi confusión aumenta hasta que diviso detrás de ellos a un Shìbīng de la Triada.

Sin dudarlo, levanto mi Glock de inmediato, y el hombre chino alza las manos en señal de... ¿rendición?

—Lea, espera —interviene Bonnie, colocándose entre nosotros.

Confundida, dirijo mi mirada hacia mis guardias.

—¿Qué demonios está pasando y qué hace uno de la Triada aquí? —pregunto, visiblemente molesta.

—Baja el arma para que podamos explicarte —me pide Bonnie con calma—, por favor.

Oliver me suplica con la mirada, y Bonnie me hace entender que debo confiar en ellos.

Decido hacer caso a mis guardias y bajo el arma.

El hombre chino suspira como si hubiera recuperado su alma.

—Sentiste la muerte respirándote en la nuca —bromea Oliver mientras palmea al chino.

—Perdona que hayamos tenido que traerte de esta manera, pero de lo contrario habrías sospechado —explica Bonnie.

Linaje LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora