22 El compositor

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Anya

Ayer fui a la unidad psiquiátrica de adultos para hablar con Cindy sobre la pieza musical de Alex. No tenía ningunas ganas de verme. Me presenté a la enfermera que estaba repartiendo la medicación y escuché la conversación a través de la puerta entreabierta de la habitación de Cindy.

—Cindy, hay una señora que quiere verla. La doctora Anya…

Un suspiro.

—Dígale que no me encuentro bien.

—Dice que se trata de su dijo, Alex.

—¿Por qué sigue viniendo aquí?

Al cabo de un momento, la enfermera salió de la habitación de Cindy y me dijo que podía entrar. Cindy estaba sentada junto a la ventana, contemplando la lluvia, y daba golpecitos con los pies, como si estuviera saltando. Llevaba el pelo sucio y se había mordido las uñas. Me quedé en el umbral, esperando a que me diera permiso para entrar.

—Hola, Cindy —la saludé, con voz cálida—. ¿Puedo pasar?

—Como quiera —murmuró.

Cogí una silla que había junto a la cama y me senté a su lado, aunque no demasiado cerca.

—Sé que tiene taller de arte —dije. Iba a quitarme la chaqueta, pero decidí no hacerlo—. No la entretendré mucho.

Cindy me miró.

—No pienso ir al taller de arte.

Hice una pausa.

—¿No?

Por toda respuesta, se mordió las uñas y fijó los ojos en la ventana, llevándose una de sus huesudas rodillas hasta el pecho.

—¿A qué ha venido?

Suavicé el tono de voz.

—Quería preguntarle si Alex ha ido a clases de piano.

—¿Ha venido por eso?

Asentí con la cabeza.

—Que yo sepa no. No es algo que podamos permitirnos, ¿sabe?

—Pero en su casa tiene un piano, ¿verdad? ¿Lo toca alguno de los dos?

—No. Es una herencia familiar. Hace años que nadie lo toca.

—¿Y en la escuela? ¿Alex tiene clase de música?

—Le gusta más hacer maquetas de castillos y cosas así. Cosas de chicos.

—Entonces, él no podría haber escrito esto, ¿verdad?Algo dubitativa, le mostré la partitura. Cindy la cogió y le echó una ojeada.

—No —dijo, tras hacer una pausa—. Nunca ha escrito música. —Golpeó con los dedos el título que encabezaba la partitura—. Sin embargo, parece la letra de Alex. ¿Puedo echarle un vistazo más de cerca?

—Tómese todo el tiempo que quiera —dije.

Acercó la hoja a la luz que entraba por la ventana y se inclinó sobre la partitura.

—Sí, yo diría que esta es la letra de Alex. —Levantó los ojos hacia mí, perpleja y contenta al mismo tiempo—. ¡Mira por dónde! Mi niño, un compositor. La verdad es que no me sorprende.

—¿Por qué no le sorprende?

Se encogió de hombros y cambió la posición de las piernas, llevándose la rodilla izquierda hasta la barbilla, visiblemente excitada por lo que estaba viendo.

—Alex siempre ha hecho cosas que no son propias de su edad. Cosas que nunca le enseñé y que quién sabe cómo ha aprendido. Nadie diría que es hijo mío.

Mi amigo el demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora