16 El lado amargo de la libertad

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Anya

Durante los últimos días, el tiempo ha mejorado y, a la hora de comer, me siento en el césped que hay delante del ayuntamiento, contemplando la sangre nueva que circula por las venas de Belfast. Aún me sigue sorprendiendo lo mucho que ha cambiado mi tierra natal, ver a gente de todo el mundo caminando por sus calles. Incluso las señales de la globalización me reconfortan, porque demuestran que el mundo se ha acordado de Irlanda del Norte, y por primera vez desde que llegué siento que he tomado la decisión correcta. Me planteé la posibilidad de regresar a Belfast cuando Poppy iba a empezar la escuela primaria en Edimburgo. El día que tenía que decidirlo, estallaron dos coches bomba en unos barracones del ejército en Lisburn, a unos quince kilómetros de Belfast. El objetivo de la segunda bomba fue el personal médico que atendía a los que habían resultado heridos a consecuencia de la primera. Para mí ya no se trataba de una cuestión cultural, de sentirse parte de una nación o de que mi hija tuviera tres nacionalidades o sólo una. Se trataba de protegerla. Y punto.

No obstante, mi regreso al hogar ha coincidido con el inicio de la verdadera paz en este país. Y, lo que es aún mejor, las viejas amistades, a las que creía haber perdido para siempre cuando me trasladé a Escocia, han resultado ser más fuertes que nunca. Fi, mi mejor amiga, cruza todos los días el puente Albert a la hora de comer para reunirse conmigo, dispuesta a que esta vez me quede definitivamente en Belfast.

Llego al ayuntamiento justo cuando suenan las doce, después de una mañana hablando con los padres de un nuevo paciente sobre su trastorno de identidad disociativo. Xavier, un chico de trece años, muy guapo y educado, está destinado a heredar la fortuna de millones de libras de su padre, destaca en la escuela y también es campeón nacional de ajedrez. El problema es que Xavier tiene veintidós identidades diferentes, personalidades desarrolladas, normalmente, como consecuencia de algún trauma o abuso o de un desequilibrio químico. Una enfermedad muy inquietante para quienes están cerca de quien la padece. Las personalidades pueden tener distinta edad, sexo, temperamento e idioma. La coexistencia de las identidades de Xavier resulta cada vez más difícil, y algunas de ellas sufren una grave depresión. En el historial de Xavier no hay episodios de maltratos o abusos sexuales, y tampoco problemas con las drogas. Tiene unos padres que lo quieren y lo apoyan, y están destrozados al ver que su hijo está tan enfermo. Los casos como éste me recuerdan que los factores biológicos de las enfermedades mentales son fundamentales y que es necesaria la intervención médica. Evidentemente, Michael no estaría de acuerdo.

Extiendo el abrigo en el césped, me siento con las piernas cruzadas y empiezo a atacar el sushi.

Diez minutos después, mi móvil suelta un pitido: un mensaje.

Perdona, cariño… ¡Reunión sorpresa con el jefe! ¿Nos vemos mañana? ¡Traeré TARTA! Fi xx

Me pongo en pie para irme cuando veo a Michael sentado en el césped, con las piernas cruzadas, al lado del monumento al Titanic. Se está comiendo una bolsa de nueces de macadamia y lleva un polo blanco en vez de su habitual jersey verde botella. Al ver que me dirijo hacia él, se levanta de un brinco.

—Doctora Molokova —dice, inclinándose para besarme en la mejilla—. Hoy Ursula ha aflojado un poco la correa, ¿verdad?

—¿Puedo sentarme contigo? —le pregunto.

Michael mira a su alrededor.

—Diría que estoy solo, ¿no? Siéntate.

Da unas palmadas en la hierba. Dudo, porque recuerdo la tensión vivida durante la reunión. Aun así, estoy ansiosa por preguntarle sobre los demonios y todo lo relacionado con el mundo sobrenatural que inspira a Alex para elaborar sus fantasías. Michael me dijo que había estado en el seminario antes de tener una crisis de fe y convertirse en asistente social. Creo que debe de haber más cosas detrás de todo eso, pero no se lo pregunto. Decido sentarme un poco más lejos del sitio que me ha indicado. El césped es muy suave y está caliente. Por un instante, la sensación de estar sentada en la hierba es tan intensa que quisiera quedarme dormida. Michael me tiende la bolsa de nueces de macadamia.

Mi amigo el demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora