La increíble capacidad de sentir el alcohol sin probar gota

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Desnudar la mente, dejarse llevar. Convertir la fantasía en realidad. Romper todas las barreras, abrir las alas — Ikeli O'farrell

La música caribeña y la explosión de colores y flores no era algo a lo que estaba acostumbrado, no recordaba cuándo fue la última vez que se sentó en uno de los altos taburetes de la barra de cócteles que le daba un aspecto inocente al Eletherio.

La mayoría vestidos con ropa de playa, pantalones cortos o faldas, un ambiente que se le hacía tan extraño al ver sobre ellos el cartel con el nombre del local. La gente cantaba y bebía, todos tan animados por el frescor agradable de la brisa marina gracias a la buena localización del Eletherio que ni en sus mejores sueños, ni la mente más oscura, podría imaginarse lo que de verdad se cocía bajando las escaleras.

Incluso Percy, gran amante de la playa y todo lo que conllevaba, se sentía extraño entre tanta armonía, solo respiraba frescor y un suave olor a alcohol, nada en comparación con el aire pesado y penetrante de su zona del Eletherio.

-Peter Johnson ¿qué haces aquí? - habló Dionisio acercándose a él tras servir dos nuevos margaritas. - ¿Tú día libre vas a pasarlo aquí? La diversión está más abajo.

-Quería hablar con usted, señor - su tono complaciente alertó a Dionisio, tanto que se le resbaló un vaso mientras ponía cara de terror. - No, no es lo que piensa, no voy a dejarlo.

-Maldita sea, Perry Johansson, casi me da un infarto - le espetó cambiando de nuevo su apodo, algo que podía hacer veinte veces al día.

La curiosidad de cambiar de máscara y presentarse a Annabeth ahora como Perry le invadió, a ver si su rubia jefa sería capaz de diferenciar a Peter y Perry. Como siguiese así, Percy iba a tener más personalidades y nombres que un delincuente.

-No puedo venir el viernes a competir - susurró.

-Tú, ocúpate de todo hasta que vuelva - se dirigió Dionisio a uno de los camareros. - Un vaso roto o una gota desperdiciada y te lo descuento del sueldo.

Siguió a su jefe entrando por una puerta morada que siempre pensó que era el baño para clientes, pero ahora al verla que estaba cerrada con llave y detrás había un pequeño despacho, supo que había estado equivocado todo el tiempo que llevaba ahí, aunque lo importante es que se abría una nueva teoría de que los clientes, hasta las trancas de alcohol, orinaban seguramente en la playa. Percy nadaba ahí, no volvería a abrir la boca en el agua jamás.

Hermes estaba en una silla tras el despacho, con las piernas subidas a la mesa aplastando algunos billetes mientras contaba un fajo en su mano con codicia. Percy no había visto jamás tanto dinero junto, aunque sus mejores amigos y él cobraban muy bien en Presture, ni juntando los tres salarios de un mes llegarían a la mitad de lo que había ahí repartido.

-La gallina de los huevos de oro se nos pone caprichosa - cerró la puerta Dionisio sujetando a Percy por los hombros y sentándole de golpe en una silla. - Que no quiere venir mañana.

-No es que no quiera - contradijo Percy. - No puedo, tengo que irme de viaje.

-¿A qué hora tienes que estar donde te hospedes? - preguntó Hermes. - Puedo contratar a alguien para que te lleve luego de competir.

Cualquiera que le escuchase pensaría que vaya buen jefe que era, incluso Percy lo diría si no viese todos los billetes sobre la mesa. Podría hacer diez viajes a Las Vegas por lo menos y sobraría dinero, así que Hermes solo actuaba por codicia.

-A las diez, pero es en San Francisco - reveló viendo la cara sorprendida de ambos. - El vuelo es largo.

-No te da tiempo estar aquí - concordó el hombre. - ¿Trabajo o hobbie?

Desfile de mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora