El MacDonald's es el restaurante del amor

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Las personas que necesitan ayuda a veces se parecen mucho a las personas que no necesitan ayuda — Glennon Doyle

El olor a quemado le resultaba incluso agradable, un gusto culposo que si lo dijese en alto le tacharían por loco, pero estaba agusto disfrutando del muy ya conocido aroma mientras escuchaba de fondo a Will quejarse por cuarta vez de que la culpa de la comida calcinada era de la sartén y no suya.

-Si supieses cocinar nada de esto pasaría - no se sorprendió al ver a su novio echarle la culpa a él, parecía haberse cansado de gritarle a la sartén y que no obtuviese respuesta por su parte.

-Tú tampoco sabes.

-Vamos a apuntarnos a clase de cocina - le vio coger la sartén humeante con una mueca de asco, ladeándole y tirando la comida chamuscada a la basura. - Urgente.

-¿Te das ya por vencido y abro cualquier lata o sigues intentando incendiar muestra casa?

-Ni tengo ganas de defenderme esta vez - se dejó caer a su lado en una de las sillas. - Me siento inútil. Sé abrir un cuerpo humano y no hacer una triste tortilla.

-Yo también sé despellejar un cuerpo.

-Me refería a que siguiese vivo luego, calma tus instintos asesinos - apoyó la cabeza en su hombro y Nico estaba seguro de que aún miraba con pena la sartén. - Si fuésemos ricos podríamos tener a alguien que nos cocinase siempre.

-Pues hazte rico.

-Ni un ascenso me dan el hospital como para conseguir algo así - lamentó con exageración. - Mientras tanto, haremos un curso de cocina en pareja. Estaremos llenos de harina y glaseado.

-Prefiero morirme de hambre.

Aunque su respuesta era cierta, Nico estaba totalmente consciente de que si de verdad a Will se le ocurría ir a un curso de cocina, él tendría que estar a su laso, quiera o no. No es que sea un chico persuasivo, aunque en realidad lo es, sino que le costaba un mundo negarle cualquier cosa. Will amaba aprender y hacer actividades nuevas cada día, hasta el más pequeño detalle lo disfrutaba; Nico siempre fue más ermitaño, pero se compenetraban bien.

-A ver si lo adivino, charla de mejores amigos y yo aquí sobro, me rompes el corazón - le dijo su novio al otro rubio, Jason, al abrirle la puerta. - Has tenido suerte, voy a comprar comida, no quiero nada de lata.

-Puedo cocinar yo - se ofreció el abogado y cuando Nico estuvo apunto de asentir, Will con todo su orgullo le dijo que no hacía falta y les dejó solos.

Nico apostaba todo su dinero a que su novio volvería con comida china, siempre lo hacía, del mismo modo en que él volvería con un menú del McDonald's.

No era extraño ver a Jason en su casa, al fin y al cabo era su mejor amigo, lo que siempre venía acompañado de Reyna. El cambio no parecía ser producto de la casualidad, la cara afligida con rastros de ojeras no era nada común en el siempre perfecto Jason Grace.

-Estoy en problemas.

-Siempre dije que si alguno de vosotros mataba a alguien tendríais que avisarme primero para ayudar - su broma no surgió efecto, Jason siguió mirándole pasivamente sin emitir ni un pequeño amago de sonrisa. - Lo siento, el gracioso siempre ha sido Will.

-Creo que no estoy bien - murmuró sin saber muy bien cómo empezar. - Hay momentos en los que todo está como quiero pero otros... y tienen mucho peso, me desestabilizan. No, no estoy bien.

-Ya, eso lo sabía desde que entraste ¿Puedes ser más preciso?

Nunca le gustó jugar a las adivinanzas, tampoco se le daba bien ser empático. No pudo evitar comparar a Jason con Reyna, lo que el rubio necesitaba era la misma forma directa y sin tapujos de hablar, tal y como Reyna les soltó en pocos segundos a él y Will que se había acostado con Thalia.

Desfile de mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora