15- Solo una voz

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La chica solo podía recordar  vagamente su cuerpo cayendo al vacío. Esta en su mente, el recuerdo de las voces de sus compañeros, pero por alguna razón no recuerda que decían. Cada pequeña parte de su cuerpo ardía con intensidad, no se molestó en revisar sus numerosos arañazos y heridas, estaba lo suficientemente cansada para ni siquiera intentar moverse.

Sus ojos observaban, las rocas que sobresalían de arriba, y solo ello miraron por una hora entera. Se sentía extraña. De pronto, todo había terminado, pero aún estaba viva, podía sentir su respiración pesada, y su cuerpo adolorido: Sin duda le llenaba de asco estar en ese estado; Lo peor, sus compañeros se esfumaron, ella pudo haber sobrevivido porque un árbol amortiguó su caída, pero «¿qué le habrá sucedido a los demás?». Solo pensar que al ponerse en marcha tendría que enfrentar la situación, le generaba rechazó.

Una voz familiar llegó a sus oídos, parecía ser Asa, le llamaba a la distancia.

Resoplo, no se levantaría, pero la escucho otra vez, y no pudo ante la desesperación.

Con la poca energía que le quedaba, se levantó, miro por todos lados en busca de dónde provenía la voz, pero, parecía haber sido una mera ilusión.

Nuevamente resurgió, la voz la llamo.

–Eriko, estoy aquí arriba, en el árbol.

Eriko subió la cabeza, y allí estaba Asa, reposando su cuerpo en una de las ramas, estaba totalmente despeinado, y con la ropa rasgada. Eran innumerables las heridas que le cubrían. El chico, bajo del árbol con cuidado, hasta tocar el piso y quedar frente a la pelinegra.

– ¿Sabes dónde están los demás? – pregunto Asa, intentando alcanzar su mochila que colgaba de una de las ramas del árbol.

Eriko negó.

–Esperaba que tú supieras.

Ambos comenzaron a explorar los alrededores, no pusieron demasiado afán en ello, sus cuerpos adoloridos solo deseaban descansar.

–¿A dónde deberíamos ir? – pregunto la muchacha, algo aturdida.

–Goro, dijo que en aquella ciudad hay una estatua de un ángel. Creo que deberíamos ir allí.

Ella asintió – El único problema es que no tenemos claro dónde puede estar, además nos caímos de la montaña, subirla otra vez no es buena idea. Sigamos a la derecha hasta encontrarnos con dichas escaleras.

–A la izquierda el camino está bloqueado después de todo, solo podemos seguir hasta la derecha.

–¿Y como sabes eso?

–Fíjate allí, está cubierto de roca, al fondo solo hay una pared lisa. Caímos de la montaña, pero ya estábamos muy cerca de las escaleras, así que no debe ser difícil llegar a ellas desde aquí.

Eriko asintió– Espero que tengas razón.

Empezaron a caminar, esperando encontrarse en el camino a sus compañeros, abordados por un silencio molesto, aquel lugar, era solitario y aterrador.

–¿Recuerdas algo de cuándo caímos? – pregunto la chica.

–Sí, al parecer Virga hizo crecer un árbol para amortiguar la caída, pero no sé qué pudo haber ocurrido con ellos.

Eriko reflexiono.

–No pudieron haber caído demasiado lejos de nosotros, sin embargo, no dejaron rastro.

–¿Y si tal vez se fueron?

–¿Y dejarnos? No creo que sea propio de ninguno de ellos.

Asa asintió.

La profecía de los doceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora