Transcurrió una semana, todos se habían acostumbrado a su nuevo estilo de vida, empezaban a conocerse, y a conocer a la guardia civil.
Eriko suspiro al darse cuenta de que eran las once de la noche, pero Cosme y Percey no parecían querer irse a dormir, actuaban como si fuera aún temprano, eran ordenados, siempre mantenían la habitación impecable, pero su momento de organizar no iba de acuerdo con el horario de sueño de Eriko, era una tortura el escucharles por toda la habitación, aunque colocara su almohada contra su cabeza no era suficiente para bloquear el sonido.
El ruido de un cristal impactando contra el piso le puso la piel de gallina, se encorvó en la cama viendo los fragmentos de vidrio esparcidos por el suelo, por un lado, a Percey de rodillas en el suelo, y por otro a Cosme entrando en pánico, el último estaba sobre todo preocupado por Percey.
— ¿Estás bien, te cortaste? — pregunto con la respiración entre cortada, Eriko pensaba que Cosme era demasiado dramático.
— Son las once, no sean tan molestos — se quejó la chica, apretando los dientes.
El cabello rojizo de Cosme se movía, mientras sus ojos miel se fijaban en los brazos de su compañero, estaba buscando un rasguño o cortadura, Eriko seguía pensando que exageraba, finalmente sus ojos encajan en una cortadura profunda en la pálida piel de Percey, se levantó de inmediato corriendo hasta su mesita de noche y sacando un montón de vendas, volvió con Percey e intento cubrir aquella herida con estas.
En aquel momento, Percey estaba perdido en sus pensamientos, él objetó que se acababa de romper, no era cualquier cosa, tenía un valor especial, Cosme saco el pequeño trozo de vidrio que estaba incrustado en su piel.
— Estará bien — murmuro Cosme con una pequeña sonrisa.
— ¿Qué rompiste? — pregunto Eriko.
— No, no puede ser — la voz del pelinegro casi salió rota, tanto como los cristales en el piso, estaba a punto de llorar, si es que no se consideran las pequeñas lágrimas que cruzan sus ojos, intento recoger los cristales en el piso con sus propias manos, logrando solo lastimarse más.
— No hagas eso, te cortarás — Cosme lo detuvo estupefacto.
Eriko suspiro con desgano, se agachó para mirar mejor los pedazos e intentar adivinar lo que antes era, y porque su compañero había entrado en pánico, lo intentó unir como si se tratara de un rompe cabezas.
— Oh, era una cajita de cristal — exclamó llamando la atención de Cosme.
— ¿Tenía algo valioso? — Cosme pregunto aun sosteniendo las muñecas del chico.
— La caja era lo importante — susurró Percey.
Aparto las manos de Cosme con brusquedad y decidió marcharse de la habitación.
— Espero que haya salido a buscar la escoba — dijo Eriko volviendo a su cama, y abriendo la ventana para mirar el exterior.
Tal vez aún no se acostumbra a ser la única chica del grupo, quizás es un comportamiento común que desconoce y es por ello que es incapaz de comprenderlos.
Cosme no se recostó, se quedó sentado, con su mirada fija en la puerta esperando el regreso del pelinegro, él esperaba que en cualquier momento sucediera, pero no fue así, pasaron dos horas, ya dando la una de la madrugada.
— Debería ir a buscarlo — susurró, mirando a Eriko, él no esperaba respuesta, pero le hubiera gustado, con un leve temblor en sus piernas se levantó de la silla.
Cosme salió de la habitación, tras un largo y sonoro suspiró, empezó a recorrer los pasillos, siempre intentando ser lo más silencioso posible.
Pero no había rastros del muchacho.
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La profecía de los doce
FantasyDoce jóvenes aparentemente normales en un mundo distópico descubren que son los protagonistas de una antigua profecía y que su destino ha sido trazado durante siglos. Los Doce ahora deben superar los obstáculos que les pone el destino y liberar a su...