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Kim Mingyu estaba hambriento. Pero no de comida en el sentido literal de la palabra. Su cuerpo ansiaba un sustento diferente, un alimento diferente. Tres meses atrás, su mascota, su adorado y muy amado esclavo, había muerto. Mingyu no pudo salvarlo, nada podría haberlo hecho. El cáncer había atacado a Minghao rápidamente y a pesar de la riqueza de Mingyu y su influencia, el pronóstico había sido desesperanzador.

Hasta el final, Minghao permaneció como su fiel esclavo; nunca ni una vez cedió ante los intentos de Mingyu, de cambiar su relación en bien de su salud. Nada habría hecho a Minghao más feliz que servirle a él, y finalmente Mingyu dejó de insistir. Cualquier cosa que hiciera feliz a Minghao, se la hubiera dado durante el tiempo que le quedaba. Cuando Minghao partió, el deseo de Mingyu de dominar a otra personase fue con él. Hasta esta noche.

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Mingyu entró al establecimiento, un poco más que agitado. Su Incomodidad no se mostraba, no podía. Como un experimentado dominante, nunca se permitiría mostrar sus sentimientos, pero la idea de estar con alguien, que no fuera Minghao, dolía más de lo que esperaba.
El silencio cayó sobre los presentes, al tiempo que volteaban para mirarlo. Un vistazo, alrededor del cuarto en penumbras, le reveló un par de caras familiares.
Cabeceando en su dirección, los otros Amos volvieron a sus propios asuntos.

Tan temprano en la tarde, no habría muchas personas allí, por eso Mingyu decidió entrar. Demasiadas preguntas, demasiadas miradas dolorosas, no podría soportar la compasión.

El club no había cambiado. Los paneles de madera oscura en la pared y la mala iluminación, hacían difícil ver, algo más, que la oscura madera veteada de la barra. El humo irritaba sus ojos, mientras caminaba por el cuarto.

Mingyu cabeceó al camarero.

—Whisky escocés, solo.

—Mingyu, amigo mío, ¿cómo estás?

Girando hacia la voz familiar, se encontró a Choi Seungcheol, seguido por su esclavo, Jeonghan.

Una mano fuerte agarró su hombro, pero Mingyu se apartó.

—He tenido mejores momentos. Ha sido muy duro. —Mingyu tomó un sorbo de whisky, para aliviar la opresión en su garganta. El gesto comprensivo hacía que fuera demasiado fácil ceder ante lo que el sólo podría hacer en la privacidad de su propia casa. Apreciaba la bondad de Seungcheol y sabía que el hombre entendía su pérdida.

El hombre silencioso, de piernas largas, que permanecía cerca, llevaba, con Seungcheol, más de los diez años que Minghao había estado con Mingyu. Actualmente se encontraba en remisión, recuperándose de un cáncer de mama. Si alguien podía entenderlo, sería Seungcheol.

—Tal vez esto es una mala idea. —Mingyu tomó el resto de su Whisky. El sonido del vaso vacío sobre la barra, pareció exagerado.

—Necesitabas salir. Han pasado meses.

—Ya lo sé, pero... —Otra vez, su garganta se apretó. Sus ojos se cerraron, para aliviar el ardor de las lágrimas—. No aquí.

—Entonces, ¿qué te parece mi casa? El viernes por la noche. Tengo una fiesta. Habrá varias personas libres allí.

Mingyu asintió bruscamente. Sabía a qué tipo de fiesta se refería Seungcheol. Tal vez podría deshacerse de la tensión, que amenazaba con desgarrarlo.

—El viernes. —Mingyu debería decir algo más, pero no podía. Caminando rápidamente hacia la puerta, hizo una salida precipitada.

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Seungcheol observó a su amigo escapar de sus recuerdos. Lástima que no fuera así de fácil. Mingyu necesitaba seguir adelante. Como Amo, Seungcheol entendía la necesidad de controlar su vida. La muerte de Minghao había sido algo que Mingyu no esperaba.

Solo Un Me, 30 días - Meanie - AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora