43. Olvídalo

6 3 0
                                    


Lo había estado oyendo durante toda la noche.

Aquellos ahogados sonidos se habían estado colando amortiguadamente durante horas a través de los viejos tablones de madera del suelo logrando elevarse hasta la parte superior de la estancia donde se encontraba e inquietándola cada vez más.

Al principio, creyó haberlo imaginado.

Pero una vez que logró bajar los pies al suelo y sentarse en el filo de la cama agudizando el oído, el ahogado sonido se repitió logrando tensarla por un momento.

La súcubo permaneció en silencio con el corazón detenido dentro de su pecho a la espera de una nueva señal que le indicase que estaba equivocada pero desafortunadamente para ella, esta nunca llego.

¿Era real? ¿Todos aquellos sonidos tan parecidos a gritos lo eran?

Poniéndose en pie en el silencio de la noche, se dirigió a la ventana de madera situada en la pared exterior de la casa y separo ligeramente la cortina de la ventana.

Aún estaba oscuro fuera.

La celebración se había alargado hasta las tantas de la madrugada y ahora que todos dormían con las estrellas titilando sobre ellos solo quedaban los restos de lo que debía haber sido una verdadera conmemoración.

Los rescoldos de la enorme hoguera en la vasta extensión de tierra que se veía a lo lejos desde lo más alto de la casa aún permanecían anaranjados y rojos, sospechaba que calientes, y aún había humo brotando de ellos.

Largas mesas de madera con restos del banquete de la noche anterior seguían aún puestas sobre la hierba, y a lo lejos como apagadas sombras en la noche algunos miembros de la servidumbre los recogían.

Toda aquella suntuosa parafernalia había sido brindada en su honor aunque ni a ella ni a las otras se les había permitido asistir.

Aún no entendía el porque.

Y aquellos turbadores sonidos no hacían más que agitar su ya de por si confundida mente.

Tenía que hacerlo.

Tenía que salir y descubrir de donde provenían aquellos incesantes sonidos o sería incapaz de volver a dormirse.

Dejando de nuevo caer la cortina y apartándose de la ventana, se acercó a la puerta.

Lo pensó durante un segundo, tal vez dos antes de atreverse a entreabrirla y echar un vistazo al solitario pasillo.

Las otras tres puertas similares a la suya permanecían cerradas no parecía que el sonido proviniese de ellas.

Saliendo de su habitación y cerrando con cierto sigilo tras de si, miró hacia el extremo del pasillo por donde descendían las escaleras hacia las plantas inferiores.

El sonido había dejado de escucharse nada más cerrar su puerta así que volvió a preguntarse si no serían imaginaciones suyas.

Camino descalza y en silencio sobre la áspera madera del suelo hasta quedar de pie sobre el altillo y cuando sus ojos escarlata se posaron sobre la sombría escalera se pego a la pared y decidió bajar despacio.

Realmente apenas parecía haber signos de vida en la segunda planta tampoco, y al llegar a la primera el ruido solo se escuchó el ruido de la vajilla de porcelana mientras a lo lejos la servidumbre trabajaba en la cocina.

A lo mejor era su mente jugándole una mala pasada.

Igual aquellos sonidos no eran mas que ellos cuchicheando y murmurando en la cocina.

La NigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora