4. Promesa

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Con el amanecer empezando a cosquillear en el cielo de Greeley Grove, y los primeros rayos del día colándose a través de las enormes y rojizas cortinas cuya luz parecía inundar cada pequeño rincón del loft, el melodioso sonido del timbre hizo que Sondra Drysdale abriese los ojos en la misma posición en la que se había quedado dormida apenas un par de horas atrás.

Su primer pensamiento había sido arrancar el dichoso aparatejo incrustado justo en el pequeño panel decorativo que había por encima de la puerta, el segundo preguntarse si esperaba alguna visita.

Y no, no lo hacía.

A decir verdad, poca gente solía pisar su loft y ninguno solía hacerlo sin invitación previa de su parte así que se levantó de la cama sin siquiera cerrarse el negro y mullido albornoz que cubría su ya no tan húmedo cuerpo y se dirigió a la puerta de mala gana.

En cuanto abrió y vio quien permanecía de pie en el umbral, se arrepintió de haberlo hecho.

—¿Qué demonios paso anoche en el club? —preguntó Jackson pasando por su lado sin reparar siquiera en que estaba desnuda bajo el albornoz—. Ciara me llamó histérica.

Sondra que ni se inmutó al oírle terminó por dejar caer la puerta hasta que esta se cerro con un discreto sonido.

—Si, hola a ti también, Jackson —replicó ella con ironía sonriéndose sarcásticamente—. ¿Qué? ¿Qué si has interrumpido mi merecidísimo sueño y mi descanso? —se volvió para mirarle llevándose las manos a la tira del albornoz para anudarlo—. Oh no, para nada, pasa.

Jackson que puso una cara al oírla tan solo arqueó una ceja.

—¿En serio has golpeado a Ash? ¿le has utilizado para curarte?

Pasando por algo el histérico tono que escondía su voz, Sondra rodó los ojos y se dirigió parsimoniosamente a la cocina.

—¿Seguro que era Ciara quien estaba histérica y no tú?

—Es el niño bonito de Vex, Sondra —la interrumpió él siguiéndola con la mirada—. No puedes hacer eso.

Sondra que abrió el mueble ojeando detenidamente que podría escoger para comer se limitó a responder con la misma.

—Claro que puedo. Es más, ya lo he hecho.

Jackson que frunció aún más el ceño al oírla puso una cara viendo como ella finalmente cerraba la puerta de lo alto del mueble, y se apartaba de este.

—Eso solo hará que Vex este furioso contigo.

—Pues Vex tendrá que superarlo —dijo ella dirigiéndose ahora al cómodo y amplio sofá cogiendo el teléfono inalámbrico por el camino—. Además, ¿qué va a hacer? ¿echarme?

Jackson apartó la mirada de mala gana.

—No lo creo, soy su preferida, ¿recuerdas? —repuso ella en tono de burla dejando entrever una soez sonrisita antes de marcar el número de teléfono y esperar a que descolgasen lográndolo un solo tono después—. Soy Sondra. Quiero que me suban un par de esas esponjosas tortitas con nata y sirope de fresas, zumo de cerezas y tostadas con canela, yogurt con frutos rojos y un par de tartaletas de vainilla, naranja y grosellas, nada de uvas, le estropea todo el sabor.

Un par de palabras al otro lado del teléfono fueron suficientes para que ella tan solo colgase, y subiese los pies al sofá cruzando uno por encima del otro recostada de un blando y suave almohadón de color rojo.

—Te preocupas demasiado.

—O tú te preocupas muy poco —le espetó Jackson contemplándola hacer eso.

La NigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora