10. Demasiado Sencillo

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Asher Vanderholl veneraba la sensación que le producía el sentir las largas y tersas tiras de cuero negro deslizándose por su mano hasta que esta se cerraba poderosamente sobre ellas.

Le gustaba ver el brillo de excitación y temor que a menudo veía en el bello rostro de las nigromantes con las que solía trabajar en el club aunque fuera de este le gustaba aún más.

Adoraba escuchar los ahogados gemidos que conseguía arrancarles al emplear la fusta, el látigo e incluso el cinturón con ellas, y por lo general le generaba placer el hacerse con las riendas y que le entregasen su voluntad.

Con Sondra Drysdale pocas veces había conseguido tal cosa y el hacerlo era considerado para él casi una verdadera hazaña.

Un autentico logro.

La relación con las suyas siempre había sido algo complejo para él pero había algo en ella que hacía que la desease y la odiase a partes iguales.

Trabajar con Sondra suponía poner sus propios límites a prueba, y es que era la única súcubo con la que Vex contaba para el Necromancy.

Sondra llegó allí muchos años después de que él y Jackson fuesen reclutados por Vex, y por muy extraño que resultase, no sabían nada acerca de ella.

Las colonias de súcubos e íncubos eran bastante escasas pero muy prolíficas.

Por lo general, los suyos solían ser bastante territoriales así que en cuanto Vex decidió incorporar a una súcubo con las características de Sondra a su colección de hermosas y genuinas rarezas, Asher advirtió que habrían fuertes desavenencias entre ellos.

Él odiaba profundamente lo que Sondra representaba, toda esa fuerza, ese poder que las suyas esgrimían a menudo contra los varones de su raza y la manera de desenvolverse, de actuar sin miramientos ni control ninguno que las convertía en una atracción constante y en un autentico espectáculo de la naturaleza.

Ese atractivo, ese poder de seducción, de persuasión que la convertían en una tentación para todos aquellos que posaban sus ojos sobre ella, la convertía en una depredadora nata.

La clase de cazadora, de nociva predadora con la que jamás querrías cruzarte, ni siquiera siendo de los suyos.

Una preciosa abominación.

Esplendida, magnifica e igual de implacable que una pantera al acecho de su víctima.

Las primera veces que Vex había prometido un espectáculo con ellos había entrado dinero al club a espuertas.

¿Una súcubo siendo sometida por un íncubo?

Imposible.

Y aunque al principio creyó que no funcionaría, de algún modo lo habían logrado.

No había sido fácil.

En absoluto.

En realidad, Vex no les había permitido actuar juntos hasta un año y medio después de que ella llegase al club.

No con Asher, al menos.

Jackson había caído en sus redes desde el minuto uno y se había visto abocado a ella dejándose influir por su halo de mágica seducción y su actitud dominante hacia él que le habían convertido en un títere desde un primer momento.

Pero conociendo el carácter de Asher y su pasado en la colonia de la que provenía, Vex no había querido arriesgarse a perder a ninguno de los dos por una mala práctica o por precipitarse.

Sondra y Asher chocaban al igual que lo hacían dos trenes en marcha a plena potencia en una curva estrecha y a punto de descarrilar.

Y eso con elixir de ónix de por medio.

Vex no querría ni imaginar lo que ocurriría de no tenerlo, y nunca lo admitiría en voz alta pero a decir verdad, Asher tampoco.

Y en el fondo de su ser, temía tener ocasión de comprobarlo.

Algunas veces, Vex le pedía que actuase fuera del club y como premio solía permitirle alimentarse de aquellas mujeres que contrataban sus servicios.

Mujeres pudientes, a menudo solas o en pareja cuyo dinero era depositado discretamente en las cuentas de Vex a través de algunas sociedades fantasmas las cuales solían utilizar para camuflar algunos turbios asuntos.

Pero no a ella.

Vex no solía permitir que Sondra se alimentase plenamente y mucho menos de humanos. Solía permitirle cada cierto tiempo que recurriese a Jackson y creía que la energía sexual que manaba del club era lo suficientemente saciante y poderosa como para mantenerla complacida.

Sin embargo Asher conocía la verdad.

Sondra solía recurrir a grandes cantidades de ónix para poder soportar el hambre, el apetito que su naturaleza conllevaba y aquello no era suficiente.

Nunca lo era.

No para ella.

En el fondo, Asher muchas veces la compadecía en ese sentido.

Sentía que Vex coartaba muchas partes de su autentica naturaleza para poder sacrificarla con tal de que el espectáculo siguiese, y algunas veces, él mismo jugaba esa misma baza con ella cuando la impotencia le corroía o cuando sabía que las ansias de ella eran demasiado grandes y le costaba someterla.

Como la noche pasada.

Solo que quizás ahora que había tenido ocasión de pensarlo fríamente considerase que la situación se le había ido completamente de las manos y que Sondra había actuado en consecuencia.

Era la única capaz de despertar en él los más oscuros instintos de su naturaleza y la única capaz de provocar verdadera ira, impotencia y frustración autentica en él.

Un verdadera revolución primigenia capaz de volverle completamente salvaje e irracional.

No la había vuelto a ver desde la noche pasada y ahora que salía de una de Las Vitrinas, y se fijaba en ella a lo lejos tratando con Asher no podía dejar de admitir que era la criatura más hermosa y atrayente que sus ojos hubiesen visto jamás.

Astrid, una de las rubias nigromantes que solían trabajar en los reservados de la parte alta de club y algunas veces con él en La Vitrina Roja, abandonaba la oscura sala tras él vestida tan solo con un vestido hecho de tiras de cuero negra que la cubría desde los muslos hasta el cuello y sonreía verdaderamente desinhibida y satisfecha dedicándole una última caricia en el brazo al pasar por su lado.

—Ha estado bien, me ha gustado eso último que has hecho —dijo la strigoi con una bella sonrisa que dejo sus tímidos colmillos al descubierto—. Dile a Vex que me ha encantado volver aquí abajo contigo, y que cuando quiera lo repetiremos.

Asher que la siguió con la mirada viéndola alejarse hacia la zona reservada a los nigromantes para asearse, cambiarse y regresar arriba tan solo cerro de nuevo la mano entorno al furibundo látigo y de reojo observo como Sondra se alejaba de Vex, y como una complacida sonrisa curvaba sus labios llevándose una copa a los labios apoyado en una de las negras columnas no muy lejos de su despacho.

Muy probablemente Sondra habría dicho si a la propuesta que aquel excéntrico tipo había hecho a Vex para que trabajasen en su casa.

Asher había aceptado de entrada porque nunca creyó que Sondra diría que si, ya que ella por lo general nunca trabajaba fuera del club así que no estaba seguro sobre qué sentir al respecto considerando las circunstancias y que aquello iba a ser algo excepcional por su parte.

Los fríos ojos de Vex se posaron sobre los suyos desde la más absoluta lejanía, y con un movimiento de cabeza le indicó lo que él ya sabía, que ella finalmente había dicho que si.

Asher simplemente se apartó de la trasera puerta de La Vitrina Roja y se alejó por el pasillo.

No sabía porque pero no tenía una buena sensación al respecto.

Demasiado sencillo.

Continuara...

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