·C A P Í T U L O: 9·

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Pobre, Ken.

Mini-Maratón
1/2.

Merlina.

De camino a mi casa nadie dijo una sola palabra, agradezco que que estaba en un estado de shock, y bien así porque ahora es un manojo de nervios y puede llegar a decir cualquier cosa que pueda perjudicarme.

Llegamos a mi humilde morada y ella iba a tropezones mientras corría escalera arriba hasta mi habitación, los muy imbéciles de los oficiales iban casi que corriendo a por ella... Pero no puedo dejar que eso pase.

Al menos, no ahora.

Asi que sin más me les atravesé en su camino.

—No les he dado autorización de subir, ni de ir a por ella—deje claro—Ya saben que esta aquí, así que lárguense de mi casa qué cuando ella esté bien ira testificar.

—Señorita Sinclair, sabe que eso no puede ser así—me dice, Huett—Hay un protocolo que cumplir, y mi labor esta en llevarme a su amiga para que rinda las declaraciones correspondientes y luego podrá seguir con su vida.

Pregunta: ¿Cuando le hemos hecho caso a las autoridades?

Ni puta idea. Pero me estoy hartando.

—Pero sera—dejo claro—No dejare que se la lleven y la pongan peor, ¿es que no la han visto?—pregunte irritada—Esta muy claro que bien no esta. Asi que retirence ¡YA!—señale la salida.

Y así fue, se marcharón refunfuñando pero se marcharón.

Ahora mi gran trabajo seria ir a verla y analizar su estado, necesito saber si ya me hes hora de ingresarla mañana mismo al psiquiátrico.

Cuando abrí la puerta de mi dormitorio ahí estaba ella, en un rincón de mi armario arañandose los brazos y las piernas.

Que patética puede llegar a ser la gente.

Ah que si.

Me estaba acercando cuando levanto sus manos temerosamente y me dijo:

—¡No te me acerques!—me detuve para repasarla con los ojos—¡Si te acercas me mato, Merlina!

¿Y quien se cree está loca, pues?

—¿Si?—solté una carcajada—¿Con que?, ¿Con la ropa, con un tacón, con un gancho? Vamos joder, párate de esa mierda y ven para acá.

—¿Porque eres tan insensible?—solloza—Acabo de perder el único familiar que tú me dejaste vivo.

Puse los ojos en blanco—¿Y?—pregunte—¿Crees que me duele, Kendall?—me acerco—A mí la única que me importa eres tú, entiéndelo.

Ella sabe perfectamente eso, no entiendo porque aveces saca sus idioteces a la luz. Sí me importara cada persona que muriera estuviera como una estatua en cualquier iglesia siendo adorada.

Ella me miró perpleja—No te diré que lo siento porque te estaría mintiendo, pero joder no lo vas a revivir llorando de esta manera—la señaló—Así que vamos cuéntame ¿qué te pasó?.

Ella dudo y agacho la cabeza mirando al suelo.

Oh, no.

De eso nada.

—No, no, a mi me lo tienes que decir todo, Kendall.

Nego.

Paciencia.

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