Capítulo 6: Lost.

161 27 4
                                    

   Tsuyu estaba tranquilamente disfrutando de una calmada lectura en su habitación

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

   Tsuyu estaba tranquilamente disfrutando de una calmada lectura en su habitación. Nada hacía ruido para que interrumpiera su lectura más que el incesante tic tac del reloj. Pero eso jamás pareció molestarle.

Pasó la hoja, cuando vió un papel destacador en una esquina. Leyó en voz baja. "Hoy, aquí", y se preguntó quién pudo escribir aquello. Sin embargo, continuó con la lectura.

Alzó la vista cuando escuchó la puerta abrirse, entonces una mujer con una cara agraciada, lindas gafas y cabello largo violáceo entró con el desayuno.

— Buenos días Tsuyu-Chan. — Saludó la linda enfermera.

— Buenos días. —

Observó como esta pasaba con la bandeja que contenía leche tibia y un sándwich con queso, cuando en la puerta ahora abierta, logró observar de recelo por el pasillo como un chico de bata blanca y cabello rubio despeinado pasaba conversando junto a otro muchacho.

Las orbes de Asui brillaron y mientras Kayama arreglaba la bandeja sobre la mesita, se puso de pie e inmediatamente corrió hacia la puerta, sorprendiendo a la funcionaria.

— Espera, ¡Tsuyu! —.

Esta salió de la habitación y miró la espalda del rubio que no parecía detenerse. Sus ojos lagrimearon, él avanzaba y la estaba dejando atrás, no podía simplemente hacer eso, no podía dejarla atrás, la desesperación exaltó sus sentidos y comenzó a hiperventilarse, entonces exclamó.

— ¡Bakugo-Chan! —. Entonces el rubio se detuvo junto al joven con el cual caminaba.

Lentamente se volteó algo confundido, credulo y con la mirada cuestionante; cuando Asui pareció derrumbarse, fue cuando vió esos ojos. Una mirada color cenizo la observó.

No eran esos encantadores ojos rubíes.

— ¡Tsuyu-Chan! Ah, lo siento mucho, Monoma-Kun —. El rubio sonrió.

— Descuide, señorita Nemuri-San. —

La nombrada tomó los hombros de Asui y la guió de vuelta a la habitación.

— Tsuyu-Chan, no puedes hacer eso de esta forma y —. Se calló a sí misma cuando vió el rostro de la chica enjuagar en lágrimas.

Asui se volteó hacia la enfermera.

— ¡Señorita! ¡¿Qué sucede?! ¡¿Por qué Bakugo ya no ha venido?! —. Los ojos de la mujer se entreabrieron. — ¡Creí qué estaba avergonzado por lo que dijo aquella vez, pero no ha venido a visitarme hace tres días! ¡¿Qué hice, señorita?! ¡¿Bakugo me odia?! —.

— T-Tsuyu-Chan.. —

La menor apenas podía articular una palabra comprensible; su voz estaba quebradiza, sus tonos subían y bajaban el volumen, y las lágrimas sólo entorpecía sus acciones, mientras que sus débiles manos se aferraban a la camiseta de la enfermera.

𝗟𝗢𝗦𝗧. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora