La semana que siguió fue una de las más felices de la vida de Amity. Tenían pocas obligaciones concertadas, la ciudad a sus pies y dinero para divertirse. Ella y Luz disfrutaban estando juntas, aunque no estaban solas muy a menudo. A todos los sitios iban con Hunter y Viney, y con Emira, que solía apuntarse con frecuencia.
Se pasaron un día entero en el nuevo zoo, que estaba situado a menos de tres kilómetros de distancia, en la zona este. Allí pudieron ver a los animales en su entorno natural de invierno, y luego estuvieron paseando y tomaron hot dogs y café.
Era un día sin sol pero luminoso. La escarcha resplandecía sobre el suelo nevado y el paisaje de robles era un espectáculo para la vista. Los animales se movían perezosamente, pero los osos polares estaban muy animados, moviéndose de aquí para allá. Luz y Amity se detuvieron ante su cercado, con los brazos apoyados en la barandilla, una junto a la otra. Los osos deambulaban, sus pieles eran tan claras e incoloras como el día. Un macho gigantesco levantó el hocico, un punto negro entre toda aquella blancura.
– Fíjate -dijo Luz, señalando-. Las únicas cosas negras que tiene son los ojos, la boca, el hocico y las zarpas. En un témpano de hielo del Ártico son prácticamente invisibles. Pero son lo suficientemente astutos como para saber que su hocico se ve. Una vez vi una película en la que un oso polar se acercaba sigilosamente a una confiada foca tapándose con una pata la nariz y la boca.
Era una nueva faceta de Luz Noceda: una amante de la naturaleza. Amity estaba intrigada. Se volvió y la miró fijamente.
– ¿Funcionó?
La mirada de Luz se apartó de los osos y se posó en ella.
– Por supuesto que funcionó. La pobre foca nunca supo lo que había pasado.
Se miraban intensamente. Amity era cada vez más consciente del contacto de sus brazos sobre la barandilla. Luz echó una breve mirada al lugar donde estaban los demás por encima del hombro de Amity, luego la deslizó hacia sus labios, antes de comenzar a estrechar el espacio que había entre ellas. Pero Amity era demasiado tímida para dejarse besar en público y se volvió rápidamente para mirar a los osos. Luz continuó con la mirada fija en ella por un momento, antes de erguirse murmurando:
– En otra ocasión.
Al poco rato estaban contemplando las blancas pieles de los visones, cuando Amity se volvió hacia Luz diciendo:
– Yo creo que no sería capaz de ponerme...
Luz estaba a pocos centímetros de ella, agazapada, tapándose con una mano la nariz y la boca, sus ojos brillaban divertidos.
Amity sonrió y retrocedió.
– ¿Se puede saber qué haces?
– Probar el truco del oso.
Amity estaba riéndose cuando Luz la cercó contra la barandilla. Un beso fugaz cayó sobre sus labios entreabiertos. El beso fue un fracaso por lo que respecta al contacto, pues sus narices frías chocaron y la risa se mezcló entre sus labios. Después del breve contacto, la morena permaneció como estaba, formando con los brazos y el cuerpo una acogedora prisión, mientras la Blight se pegaba a la barandilla con las manos apoyadas sobre el pecho blando de su protectora.
– ¿Has visto? -dijo Amity con voz jadeante-. No funcionó. Vi cómo te acercabas.
– La próxima vez no me verás -prometió Luz.
Y Amity deseó que así fuese.
La noche siguiente fueron al famoso omniteatro de ciencias y se instalaron en unos asientos muy reclinados, rodeadas por un hemisferio completo de imágenes proyectadas, que las transportó al espacio. Pasaban como centellas entre las estrellas y los planetas con un realismo total, que producía hormigueo en el estómago. Pero la sensación vertiginosa producida por la pantalla circular de 180 grados no era nada en comparación con la causada por Luz cuando tomó la mano de Amity en la oscuridad, se inclinó hacia ella y extendió su otra mano hacia la mejilla de ella para hacer que la mirase. Durante unos instantes Luz no se movió, permaneciendo recostada sobre la butaca con las luces de la pantalla iluminando su rostro con resplandores plateados. Sus ojos parecían negros como los del oso polar. La poderosa fuerza de gravedad las pegaba a la butaca, y Luz no podía levantar la cabeza sin hacer un verdadero esfuerzo.
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HAY UNA CANCIÓN ETERNA EN MIS LABIOS -LUMITY ADAPTACIÓN-
RomanceAmity Blight no está nada contenta con su cuerpo, las chicas se acercan a ella, pero ninguna de ellas quiere realmente conocerla. Su hermano Hunter lleva a su amiga, Luz Noceda, a pasar unas vacaciones a su casa y por primera vez en su vida Amity pr...