【Capítulo 11】

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En su época como príncipe, Namjoon jamás se sintió atraído por ningún doncel. Sólo había tenido cuatro concubinas en esa época.

Su padre, quien en ese entonces era el Gran Sultán Kim Sang woo, tenía en total tres concubinos donceles y dos concubinas mujeres, su madre, la Sultana Hyunju Ho era la consorte principal pero jamás llegó a ser llamada "concubina" por ser la hija del soberano de Crimea.

Casi toda su descendencia había tenía por lo menos un doncel como concubino, Namjoon pensaba que él sería el único en no tomar a un doncel como concubino.

Que equivocado estaba.

Al momento que sus ojos conectaron con los ojos avellanas de ese doncel cayó rendido ante semejante belleza que portaba, por donde lo vieras, ese joven era la clara difinicion de belleza. Había estado con mujeres hermosas pero la belleza del joven no se les comparaba.

¿Estaba ansioso? Quizás un poco pero era lo normal ¿no? Hace años que no sentía algo llamado "atracción" y "deseo".

Atracción? Por su belleza, Deseo? Por poseer esa belleza.

En su gran terraza y con una pequeña sonrisa en su rostro vio la luna brillante junto a las estrellas anunciar la llegada de la noche, sabía también que la presencia del doncel en sus aposentos no se haría esperar esa noche.

Después de dormir un poco por la tarde, se habia bañado para sentirse más relajado y estar menos tenso. La responsabilidad que cargaba ahora no era para nada ligera, toda su vida se había preparado para esto pero ¿Acaso era obligatorio sentir esta carga tan pesada para toda su vida? Espera encontrar una solución para eso.

No se mostraba débil ante el Visir o Pashas, y jamás lo demostraría, eso sólo significa perder respeto, su edad no le ayudaba mucho por eso debía hacerse respetar sin importar las circunstancias.

Los minutos corrían y llegó la hora de ingresar a sus aposentos y por alguna extraña razón de sus labios salió un suspiro de ¿cansancio? ¿nervios?. Quizás sean nervios pero nervios de ¿que?, no le quizo dar más vueltas al asunto así que simplemente se dedico a esperar que las puertas de sus aposentos se abrieran para dejarán ver al doncel.

Los minutos pasaban pero todavía no llegaba y Namjoon ya se encontraba caminando de un lado a otro.

La gran cama estaba lista, las velas se encuentra encendidas, las sabanas bien acomodadas y limpias, no había criados en sus aposento, todo estaba listo, solo quedaba esperar y eso era algo que no se le daba muy bien al joven Sultán.

Pero esa espera acabó cuando el sonido de las puertas abriéndose alarmaron al Sultán, quien dejó de caminar para poder dar la espalda a las puertas y quedarse quieto.

Unos pasos se escucharon y después el sonido de las puertas cerrándose.

Un último suspiro se escapo de los labios del Sultán y lentamente se dio la vuelta hasta que sus ojos vieron al joven frente a él.

No sabía cómo describir lo que sentía en ese momento, pero de algo estaba seguro y era que había queda fascinado con aquel doncel, su mirada estaba en el suelo gracias al esfuerzo que estaba haciendo para demostrar una reverencia perfecta, lo que hacía imposible al Sultán no poder apreciar aquello ojos avellanas que lo habian cautivado antes de caer desmayo en sus brazos.

El doncel empezó a caminar con la cabeza agachada hasta estar cerca del sultán, quien no dejaba de observar con atención cada movimiento que hacía. El olor a flores golpeo sus fosas nasales, dejándolo fascinado en el proceso.

Observó como aquel castaño se arrodillaba ante él, sus manos agarraban una parte de su gran túnica y lo llavaba a sus labios, dejando un beso en la prenda.

El Siglo Magnífico | 𝓝𝓪𝓶𝓳𝓲𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora