Capitulo 10

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Me sentía roto y sabía que lo estaba. Lloraba en sus brazos, y ella tranquila esperaba a que recuperara la calma sin decir una palabra, se quedó ahí esperando a que terminara y mi alma sanara.

Ella llamó — sollocé — ... quiso volver...  — sentí su corazón latir con rapidez y su cuerpo tensarse — le dije que no.

¿Por qué? — me abrazó a ella con más fuerza — Creí que era lo que querías... ¿no?

Quería, pero siento que algo se rompió en mí — me solté de ella y la miré. — el echo de querer hacer algo tan grave como lo que hice, me hizo reflexionar en qué tan perdido estoy por ella. Se que si regresamos y vuelve a irse, el golpe será aún peor... — tomé su mano y la apreté — y no sé si estarás ahí para salvarme.

Hiciste lo correcto, Peter — sonrió con tristeza — Y no temas que yo estaré aquí para ti siempre que lo necesites... y quieras.

Sarah, gracias por todo — le abracé pero esta vez sin tratar de esconderme en ella — gracias por llegar a mi vida cuando más te necesito.

Su mirada... su mirada tenía algo que me traía muchísima paz a mi alma. Tenía el mismo significado que una galleta para un niño después de la rabieta. No sé si logró explicarme, pero su mirada era lo que me agradaba más de ella, aún más que su sonrisa. Pero no, eso no quiere decir que me comience a atraer como mujer.

Vamos a casa... — dijo acariciando mi mejilla — te preparo algo rico de cenar, y luego me voy, no quiero que estés sólo.

Accedí a su propuesta. Yo tampoco quería estar solo, no quiero pensar en lo que eso me causaría.

Sígueme, con cuidado. — sonreí y besé su frente en agradecimiento.

Nos subimos a los coches, y manejamos hasta llegar a mi casa. Bajé y corrí a abrir su puerta, la caballerosidad era algo que en mí se destacaba, después de todo no era tan patán como Paulina solía decir todo el tiempo. Le ofrecí mi brazo de apoyo y caminamos asta entrar a casa.

Bueno, bienvenida seas. — dije cerrando la puerta detrás de ella.— disculpa por el desorden... no he tenido cabeza para limpiar.

No te preocupes, ahorita te ayudo. — dijo sonriéndome. — pero primero llévame a la cocina para ver qué puedo prepararte

¿Acaso puedes ser mas linda? — sonreí con incredulidad y avergonzado. — No, yo limpiaré todo esto, ya has echo mucho por mi como para que limpies mi hogar.

No pasa nada, — observaba el lugar tratando de ocultar lo rojo de su rostro. — ¿ponemos algo de música? Para levantar el ánimo.

Claro. — le enseñé donde tenía la bocina y cómo vincularla a su teléfono.

La miré sonreír mientras escogía una canción, y contagiándome la sonrisa se marchó a la cocina.

Diablos, ¿desde cuando no limpio esto? — gruñí en mi interior.— y todavía me atrevo a traer a alguien aquí.

La sala de estar era algo pequeña, pero para mí era suficientemente grande. Me sorprendió cómo dejé que toda mi tristeza se apoderara asta de mi casa. Había restos de comida en platos, latas de cerveza, el cenicero estaba asta el tope, ropa tirada en el piso y en los sillones, en fin, parecía que había pasado un tornado dejándome todo en desastre. Empecé con quitar toda la ropa y llevarla al cuarto de lavar, no sabía cual estaba limpia y cual sucia así que tenía que lavarlo todo de nuevo. Mientras empezaba el ciclo la lavadora, volví a la sala con una bolsa de basura y proseguí a levantar los platos de comidas, los envoltorios y las latas, todo lo que fuese basura. Me esmeré y tarde tiempo en limpiar a fondo ese lugar y dejarlo como nuevo, o al menos intenté que se mirara digno para tener a alguien ahí.

¿Por Qué Te Amo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora