Era todo tan raro... Las chicas. La conversación. Y lo más raro era que, aunque solo era lunes y
acababa de conocerlas, aparentemente, ya habíamos quedado para saltarnos las clases aquella misma semana, y para ir a una fiesta.
Logré mantenerme serena un buen rato —toda una proeza, ahora que lo pienso— mientras las
que, al parecer, eran mis nuevas amigas, Marina, Maddie, Jacqueline y Jessica, seguían haciendo planes. Me estaba empezando a agobiar, la verdad, porque no paraban de hacerme preguntas, pero, a la vez, no me daban tiempo a pensar por mí misma, a procesar la información, y respondían por mí continuamente.
Al final, sin embargo, acabé soltándoles una excusa y me alejé ligeramente. Necesitaba
despejarme un poco, estar sola.
Decidí acercarme al edificio más cercano y entrar en el baño. Me di cuenta enseguida de que había cometido un error, porque ya no era que aquel lugar oliera como suele oler un baño, que es lo normal, sino que olía a cadáver. Como si alguien hubiese dejado que un muerto se
descompusiera y, encima, hubiera mantenido la puerta bien cerrada para mantener el olor allí
dentro.
Así me sentía yo por dentro, como muerta. Y no lo digo porque si mi padre se enteraba de
aquello iba a matarme. Lo digo porque en ese momento creía que me había matado a mí misma, que había destruido mi mente y mi espíritu y que no era yo, sino otra, la que tomaba las decisiones por mí.
No me reconocía. ¿Cómo podía estar allí, si durante toda mi vida había estado eligiendo lo que yo creía conveniente? Eso sí, no siempre había tomado buenos caminos; al contrario, más de una vez había metido la pata, pero, al menos, aunque mis ideas y decisiones fueran malas, salían de mí y eran lo que yo pensaba que era correcto.
Y, sin embargo, no había dudado ni un momento en decir que sí, que estaba decidida a saltarme las clases con ellas, y que podían esperarme en el muelle de Venice.
Por esa misma razón me había escondido en ese baño apestoso, había cambiado. De la noche a la mañana, había cambiado de amigos, de vida social, de instituto. No llevaba ni tres horas allí y ya no sabía qué pensar sobre qué era o no correcto.
Y tuve miedo, claro. Lo tuve porque no conocía esa parte de mí misma. No sabía que, según con quién me juntara, podría llegar a pensar o a hacer lo que quisiera la persona que tenía enfrente de mí. No sabía que sería tan fácil manipularme, pero lo había sido. Sí, me habían manipulado
delante de mis narices y yo, o no me había dado cuenta —que era ya bastante malo— o, si me
había dado cuenta, me había parecido bien —que era, de hecho, mucho peor. Peor porque, cuando estaba sola, yo sabía pensar por mí misma.
Me miré al espejo del baño, que estaba lleno de manchas de cal y de carmín.
«Sé pensar por mí misma», me dije, aunque ni yo misma sonaba muy convencida.
Mientras seguía allí, mirándome la cara asustada en el espejo, comencé a recordar la
conversación que había tenido con el grupo de chicas hacía diez minutos. Rememoré todo lo que decían, cómo lo decían, y también cómo respondía yo, y me salían unas respuestas completamente diferentes, me salía una opinión distinta a la que había tenido estando con ellas porque todo el coraje que me absorbían cuando estaba con ciertas personas luego, a solas, se volvía a regenerar.
—No lo entiendo. No lo entiendo... —volví a susurrar. Aunque, más bien, lo que ocurría era
que, por mucho que me mirara, no en el espejo, sino dentro de mí misma, no me reconocía.
Pensaba que, al llegar a cualquier sitio nuevo, podría ser una persona con ideas claras, que me aceptarían tal como era. Pensaba que no me dejaría intimidar por los demás, que no dejaría que me cambiaran y que jamás fingiría ser una persona que no era por el simple hecho de encajar.
Entonces se me escapó una risa amarga. Acababa de darme cuenta de una cosa: nadie me había manipulado. Nadie me había obligado a pensar o a hacer cosas que no quisiera hacer, salvo yo misma. Había sido yo la que se había obligado a cambiar y la que se había convencido para pensar en cosas en las que no quería pensar.
Eso era. Me había manipulado yo misma.
Que fueran otros los que me habían hecho sentir esa necesidad de cambiar no significaba nada.
Apreté las manos sobre el mármol sucio que había entre los grifos. Ahí estaba, otra vez, esa
rabia.
Estaba claro que las chicas con las que me había juntado, Marina, Jacqueline, Jessica y Maddie, comenzaban a intoxicarme. Todas tenían ideas similares, ideas con las que yo no estaba de
acuerdo. Quizá por eso, porque yo era la única que me diferenciaba de ellas, me veía en la
obligación de aceptar propuestas que no me parecían bien, sencillamente por seguir la corriente y no armar follones.
Es que querían saltarse las clases como si no hubiera ningún problema en ello. Y hablaban de piercings, y de tatuajes, y de fiestas. Y de tíos buenos.
Pero, claro, era mi palabra contra la de cuatro. Y no solo eso. Yo era la nueva. Acababa de
llegar y, como comenzara a quejarme, me iban a coger una manía tremenda, algo que no quería en absoluto. Sacudí la cabeza. No. No quería que pensaran que fuera un ancla de la que tirar, o una presuntuosa entrometida.
Por eso, por eso mismo, por pura supervivencia, mi subconsciente se había sentido obligado a cambiar. Y en el fondo se lo agradecía, claro, pero no sabía cuánto tiempo más podría refugiarme en ese engaño. No sabía cuánto tiempo podría aguantar sin rebelarme contra mí misma.
Y lo peor era que estaba sufriendo por nada. Habría podido, simplemente, buscar un nuevo
grupo de amigas. Total, acababa de conocerlas. Podría haber salido de aquel baño que olía a
muerto y juntarme con gente que pensara como yo.
Podría haber hecho muchas cosas, pero, no sabía por qué, sentía la necesidad de estar con ellas.
Sí. Aquello, tal vez, era lo que más me aterraba de todos esos pensamientos que me bullían en la cabeza.
Quería estar con aquellas chicas, a pesar de todo.
Quizá, no lo sé, me gustaba que me comieran el cerebro.
—Qué sé yo —le dije, resignada, a la Zoe del espejo. Tenía una sonrisa triste en los labios—.
A partir de hoy, ya no me conozco. Ya no sé ni lo que me gusta ni lo
