Capítulo 21

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Adriana.

Habían pasado días desde el cumpleaños de Leila, por cierto, Lucas también cumplía años en el mismo mes, solo que siete días después. No nos hablábamos desde el incidente de la cachetada, por el cual no le reclamé, pero tampoco se me olvida. Con maquillaje la pude cubrir, bueno, dejando de lado el hecho de lo que pasó entre nosotros.

Hoy es el cumpleaños de mi hermano, justo ahora son las 04:14 a.m. Él está dormido —gracias al cielo —estos días no ha podido dormir bien, sus preocupaciones lo mantienen ocupado constantemente, incluso también come poco o de vez en cuando, las pastillas para dormir no han funcionado muy bien del todo, también ha estado insoportable. Muchas veces me dan ganas de tirarle un sartén en la cabeza para que deje lo que tiene, pero luego recuerdo el por qué y se me pasa.

Bueno, justo ahora estoy haciendo cupcakes de red velvet—sus favoritos—aclarando mejor, ya están en el horno, en realidad lo que estoy haciendo es un merengue italiano para decorar los cupcakes, encima del merengue van algunos trocitos de chocolates, tengo los audífonos puestos mientras canto bajito y me muevo por toda la cocina, termino de hacer el merengue voy a revisar los cupcakes cuando una sombra en el umbral de la puerta de la cocina me hace detenerme.

—¿Qué te pasa loca? —pregunta mi hermano, adormilado.

—Estoy bailando—él se sienta en una silla, aprovecho para irme acercando—, también cocinando.

—Parece que te estás electrocutando, ¿debo preocuparme que estés cocinando?

Revisé los cupcakes en el proceso, le faltan unos minutos.

—Eres imbécil—llegué a él y le golpeé el hombro.

Rio, pero la sonrisa no llegó a sus ojos.

—¿Estás bien? —pregunté.

—No lo sé, tú sabes... —negó y pasó las manos por su cara—. Solo estoy cansado, dame una taza de café.

Negué.

—No, has tomado demasiado café. Toma agua es más efectiva.

—No, gracias.

Entonces llegué a él, me miró confundido analizando mi siguiente movimiento, creo que pensó de todo, pero no vio venir esto: me lancé a él con todas mis fuerzas intentó sujetarse de la encimera y falló porque caímos al suelo en un estruendo, se quejó y lo abracé más fuerte, sus manos en mi espalda.

—Feliz cumpleaños—musité aferrándome a él.

—Cumpleaños, sí. Feliz, no.

Me incorporé quitándome de encima, se estaba poniendo morado. No sé si era por la falta de aire al apretarlo tanto o por el golpe que se metió. Me senté a su lado mirándolo con atención.

—¿Pasa algo?

Me miró significativamente.

—Pasan muchas cosas, en especial esa.

Mi mandíbula se tensó con solo esas palabras, entonces supe porque estaba despierto, entonces supe el por qué las pesadillas de nuevo, entonces supe el por qué de todo. Tomé sus manos entre las mías, él no se había movido del suelo, seguía acostado en ese lugar, a los cupcakes le faltaba bastante, me acosté a su lado sosteniendo su mano entre las mías.

—Estarás bien.

—Eso espero—suspiró—, porque ya no sé si quiero estarlo.

Suspiré y jugué con sus dedos, a veces le gustaba mantener silencio y yo no iba a oponerme a dárselo, mantuvimos silencio unos minutos cuando el horno sonó, me incorporé para ir a sacar los pastelitos, cuando estuve sentada su pregunta me detuvo a dar el siguiente paso.

Mi oscuro secreto ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora