Capítulo 15

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Lucas.

—¿Qué? —pregunté, sentí mi corazón tocar el suelo con lo que mi padre había dicho.

—No está, no la encuentran—susurró él.

Mamá no dejaba de llorar y yo al parecer estoy en shock porque no me he movido de mi lugar. Es imposible, es imposible. Hoy yo la vi y ella estaba bien, no había nada fuera de lo normal. Ella me sonrió, ella estaba tan bien. Esto es imposible. No me lo creo.

—Si esto es una broma y ustedes la están ayudando, lo digo en serio. No jueguen con eso—quiero creer que es una broma.

Papá me mira seriamente, mamá no deja de llorar. En verdad quiero creer que es una de sus estúpidas bromas. Prefiero mil veces que sea una maldita broma. Me niego a creer que no lo es.

—No es ninguna broma, Lucas, ella salió de la fiesta junto a su amiga. Su amiga nos llamó.

—¿Ana los llamó? —pregunto, siento un nudo en la garganta que se me hace difícil pasar saliva.

—Sí, ella.

Al fin salgo de mi trance y me dirijo a ellos. Mamá niega con los ojos rojizos, su dolor y sus lágrimas son una patada para mi estómago. Me acercó a ellos, siento mi corazón latir desbocado, siento que en cualquier momento pueda salirse de mi tórax, el nudo en la garganta se va haciendo cada vez más extenso hasta que llegó al sofá, dejando caer de rodillas a los pies de mi madre. Papá le dice que todo estará bien, pero siento que nada está bien y solo lo dice para que no pensemos en otras cosas.

Los abrazó a ambos cuando siento mis ojos llenarse de lágrimas, y es que todavía no me lo creo. La vi esta tarde y ella estaba contenta y desapareció así de la nada. Siento los brazos de mamá sujetarse a mí, papá se separa de nosotros para abrir la puerta. Mamá llora desconsoladamente, siento sus lágrimas mojar mi camiseta. Mis ojos ceden a las lágrimas.

Internamente me culpo, sí, es mi culpa yo le dije a Gabriel que le preguntará si quería ir a la fiesta. Fue mi idea y ahora ella está desaparecida, no debí dejarla ir. Debí ir con ella, en cambio, fui a ver a Adriana. Debí ir con ella. No debí dejar que esto pasará.

—Es mi culpa—musité, abrazando a mamá más fuerte.

Sollozó aún más.

—No, mi amor, no e-es... no es tu culpa.

Asiento desesperadamente.

—Sí, mamá, es mi culpa. No debí dejarla ir, debí acompañarla—la voz se me quiebra, siento que no puedo seguir. —Si yo la hubiese acompañado esto no hubiera pasado. Es mi culpa.

Mamá sigue negando, pero muy dentro de mí. Esa aterradora voz me echa la culpa, sí fue mi culpa. Debí ser yo, no ella. Yo.

Las voces hacen que me separe de mamá, ella se limpia las lágrimas, pero siguen saliendo más. Me limpio las mías y dirijo mi vista hacia la puerta donde vienen entrando la familia de Ana y unos oficiales.

—Cariño—papá se acerca para ayudar a mamá, y se acerca a mí—, Lucas, vamos al comedor. Ana dará su declaración de qué fue lo qué pasó.

Asiento, no muy convencido, bien se dice que en este pueblo la confianza nunca ha sido el mayor de los valores. No sé sabe a quien tenemos al lado, si es bueno o si es malo. Si es un asesino o es una persona normal. Pero aun así, siempre confiamos en las personas en las que no tenemos que confiar. Nos encaminamos al comedor, quiero comunicarle a Adriana lo sucedido, pero ya ha de estar dormida y no quiero molestarla o que se preocupe, prefiero decírselo mañana. Todos tomamos asiento.

Mi oscuro secreto ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora