III.
No existe forma alguna en la que Aya pueda distraerse del proceso de división celular visto a través del microscopio. Se siente dentro de sus propios sueños, o incluso le recuerda a aquella vez que probó el LSD y miraba las células vibrantes dentro de las especias mientras cocinaba. La cúrcuma y sus colores ocres, amarillos, marrones, vibrando, expandiéndose en el calor al chocar con los aceites, las pimientas y los granos negros, marrones, rojos... Pero no hay nada como ver a través de esta exo-mirada el proceso de runas que se escriben con los cromosomas al centro de cada célula. Casi se siente a sí misma sonriendo. Cuando se separa el ojo mecánico, mira a su lado a esa figura pálida, verdosa, que está sentada frente a la mesa, a pocos centímetros de ella.
-Y tú, ¿quién eres?
-Eduardo, mucho gusto. ¿Tú eres Aya verdad?
Aya prefiere en realidad el discurso interno cuando está en el laboratorio antes que cualquier charla que pueda tener con otra persona. Sólo asiente de forma rápida tratando que note su incomodidad y se calle.
Pero no se calla.
-¿Me prestas el microscopio?
Aya llevaba un ritmo de trabajo irreal, propio del trabajo individual en vacaciones, cuando no hay nadie en los salones, en los talleres, en los laboratorios. Aya lo mira. Eduardo tiene un aspecto putrefacto y pálido. Mira su piel y es como color hongo de pan: verde blanquecino. Alrededor de sus ojos la piel es gris, oscura, profunda, le da un escalofrío mirarlo a los ojos. ¿Y este como entró aquí? Pero no es de su incumbencia, quien entra y quien no, basados en temas de colores en la piel.
-Claro.
-Qué pereza esto de la división celular. -Dice Eduardo casi al instante después de mirar por el exo-ojo. ¿Qué pereza? ¿De dónde salió este tipo?
-Pereza... No creo Ed, pero si no es de tu interés yo feliz de tomar el microscopio.
Eduardo ríe, Aya no, entonces cede y le pasa a que instrumento extraño blanco con negro, ese ojo externo que Aya desearía traer internalizado dentro de su propio cuerpo.
-¿Quieres ir por un café al rato? - Le pregunta Ed. De todas formas, lo que tiene es tiempo para perder.
Aya lo mira con detenimiento. Tiene un gesto como de estar asustado todo el tiempo y su cara parece desproporcionada de acuerdo a su rostro, pero sus ojos, lejos de las manchas grises a su alrededor, son cafés, le dan confianza, se parecen a los ojos de Jenny. Su aspecto extraño, y de apariencia combinada entre animal-hongo-humano le parece relajante. Después de todo es el primer día.
-Vamos.
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Simbionte
FanfictionAya es una científica estudiando los efectos de células vegetales y sus adaptaciones al cuerpo humano, en específico al suyo. Se cruza con un simbionte ya conocido, un vampiro. No se aceptan adaptaciones sin mi permiso.